Tras la cesión de Cortina, alarma en las grandes empresas. La técnica del PSOE está cada vez más clara: aprovechar a los accionistas amigos. La caída de Cortina ha servido para que en España se vuelva a practicar la política de hacer leña del árbol caído. En España y en la Argentina. La reunión clave se produce en la tarde del martes 26: Fornesa, Fainé y Brufau le piden a Cortina que abandone. El miércoles 27, el Gobierno Zapatero le confirma el cese y Cortina tira la toalla. Ramón Blanco ratificado como consejero delegado de Repsol YPF, aunque Gómez de Silanes vuelve a emerger como candidato a cualquier puesto. Isidro Fainé, se convierte en el primer ejecutivo, y único, de La Caixa. No habrá fusión entre Repsol y Gas Natural.
En España existen legiones de personas dispuestas a pisarle el rabo al león después de muerto. Horas después de que el presidente de Repsol YPF tirara la toalla y presentara la dimisión, desde España y desde la Argentina le llueven las críticas a Alfonso Cortina. Sólo le falta que le llamen narcotraficante y, sin lugar a dudas, es el máximo responsable de la muerte de Manolete. Y lo cierto es que Alfonso Cortina, un tipo que no se distingue por su simpatía personal, y que pertenece a una casta empresarial rancia, siempre con un ojo puesto en los juegos de poder, ha sido, sin embargo, un estupendo presidente de la primera petrolera española a la que ha convertido en la octava compañía del mundo. De ningún modo se merecía el cese. Razones empresariales, desde luego, no había.
Luego, está la confusión sobre el por qué. Empecemos por el final: A Cortina le ha cesado el Gobierno Zapatero. Otra cosa es que La Caixa haya aprovechado que el Pisuerga pasa por Valladolid para realizar algo que le apetecía (controlar Repsol YPF) y de paso aclarar la jerarquía en la entidad. Pero quien le ha cortado el cuello a Cortina, como de muy buena gana se lo cortaría a Manuel Pizarro, César Alierta, Pablo Isla, Fernando Conte o Francisco González, es decir, a la biutiblú nombrada por el Gobierno Aznar en general y por Rodrigo Rato en particular, es un socialismo mucho más rencoroso de lo que parece. Otra cosa es que, por ahora, sólo haya logrado retirar a Pedro Mielgo en REE y a Pedro Antonio Martín Marín en Hispasat, dos empresas con fuerte presencia pública o que depende de los pedidos públicos. Con las privatizadas, es decir, con las privadas, se las prometían muy felices en marzo, pero se está demostrando que no es tan sencillo. La táctica del PSOE consistía en forzar a los presidentes de las privatizadas todo lo posible, hasta que estos se rindieran. Tengan en cuenta que Cortina no tenía que haber dimitido, si se hubiera empeñado en continuar. El Estado no tiene ningún consejero en Repsol y La Caixa está en minoría. Lo que ocurre es que toda paciencia tiene un límite.
El ministro de Industria, José Montilla, ha sido pieza clave en todo este asunto. Él y su secretario general de Energía, Antonio Fernández Segura. Y el elemento más importante, Miguel Sebastián, asesor de Presidencia de Zapatero, el hombre que viaja a la Argentina, se entrevista con Kirchner, acompañado del ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, y vuelve alarmado ante la dureza que las empresas españolas presentes en la zona emplean con el pobrecito presidente argentino Kirchner. La farsa ya estaba en marcha.
Por fin, el Gobierno considera que el momento es propicio. Así, ordena a La Caixa que pase a la acción. El pasado martes 26 por la tarde, Ricardo Fornesa, presidente de La Caixa, Isidro Fainé, director general de la entidad catalana, y Antonio Brufau, director general para el grupo industrial, exponen a Cortina que quieren mandar, dado que son el primer accionista.
Cortina, aún así, no se cree que las buenas palabras (y los muchos favores) del Gobierno Zapatero durante los últimos meses no tengan un valor. Así que decide resistir, durante la noche del martes 26 y la mañana del miércoles 27, el presidente de Repsol YPF hace una serie de llamadas, entre otros a Sebastián, y se da cuenta de la cruda realidad: el Gobierno apoya la operación y no está dispuesto a defenderle. Ese mismo día presenta la dimisión. Pedro Solbes ni se entera de todo el entramado, y Fernández de la Vega, a cuyo hermano ha salvado la cabeza Cortina en la petrolera, mira hacia otro lado.
Así que ya lo saben: el Gobierno no cesa presidentes de empresas. Simplemente, les dice a los accionistas amigos que tiene vía libre y que el Ejecutivo no interpondrá nada al asalto. José Montilla, el defensor de los intereses del Tripartito catalán en el Gobierno Zapatero, está feliz. Él ha sido el muñidor, junto a Miguel Sebastián, asesor económico de Zapatero en Moncloa, del pulso a Cortina (de doblarle el pulso, queremos decir). El vicepresidente Pedro Solbes ni se ha enterado de qué iba la fiesta. La prensa, adscrita o bobalicona, ha secundado la ficción de que La Caixa ha descabalgado a Cortina: El País, La Vanguardia, El Mundo se sitúan en esa línea. Expansión, a cada uno lo suyo, se ha comportado esta vez con economía con la verdad y ha denunciado la intromisión gubernamental. A los fondos de inversión internacionales no les gustan las intromisiones políticas: por eso, hay que lograr que la prensa mienta.
Ojo, las peleas han sido tres. Una pelea entre el Gobierno y Cortina, otra entre Cortina y La Caixa y una tercera en el seno de la propia Caixa. Porque esta es otra de las claves: A Antonio Brufau no le hacía mucha gracia abandonar la dirección general de La Caixa. Por eso, no tenía claro el asalto a Repsol: no se puede ser presidente de la octava petrolea del país y, al mismo tiempo, director general de La Caixa. A la postre, Fainé se queda como primer ejecutivo único de La Caixa.
Mientras tanto, la bolsa lo tiene claro: anuncia una fusión entre Repsol YPF y Gas Natural (GN), por eso sube la absorbida (GN) y baja la absorbente (Repsol YPF). Esto es una tontería solemne. Brufau es lo suficientemente listo como para no cometer ese error. El nuevo presidente de Repsol YPF no tiene la menor intención de fusionar la petrolera con Gas Natural. Considera que en plena elaboración del libro blanco de la energía no se puede plantear este tipo de cuestiones. Es más, fue el propio Brufau quien se opuso a esta fusión en el pasado. Una vez más, los sesudos analistas se equivocan. Nuestra opinión es que una fusión de esas características sólo conviene al accionista mayoritario, pero no tiene mucha razón de ser, dada la actual situación. Por cierto, los rumores en la city hablan de que José Luis López de Silanes sustituiría a Ramón Blanco como consejero delegado de Repsol YPF. Silanes es para muchos directivos de la petrolera el traidor que votó en la OPA sobre Iberdrola con La Caixa y contra Repsol. En cualquier caso, el rumor es falso, López de Silanes no va a ser consejero delegado de Repsol YPF.
Y ahora toca esperar. Desde luego, en Moncloa están eufóricos. En el Tripartito catalán, porque consideran que Brufau es su hombre y La Caixa su entidad. Quizás también en esto se equivoquen. En Telefónica, BBVA o Endesa se mira al vecino de las barbas remojadas. Pero lo cierto es que si Alierta, FG o Pizarro (curioso, los tres fueron intermediarios bursátiles) se empeñan en mantenerse en el puesto, nadie podrá echarles.