Empacho Obama
El FBI, los marines, la NBA y la TV son algunas de las escasas cuestiones verdaderamente federales en los Estados Unidos. Por lo demás, todo es de lo más estatal.
Y resulta que Obama, un señor que nada en dinero pero acusa a Sarah Palin de comprarse demasiada ropa -recuerden, Obama no teme las ideas de McCain, sino las de Palin-, se permite el lujo de bloquear tres canales de TV panamericanos para pedir el voto para su persona. Todo ello en una campaña donde sólo le ha faltado el apoyo del crioconservado cuerpo de Walt Disney. Quien quiera ver algo distinto a su mitin, que conecte el vídeo.
En resumen, me temo que si las encuestas comienzan a igualarse en la recta final es porque los norteamericanos, tras el banquete Obama, empiezan a sentirse empachados.
El candidato demócrata, que tanto se parece a nuestro ZP -especialmente en su amargo resentimiento- corre el riesgo de abrumar hasta su electorado más rendido, a todos aquéllos que se sientan tentados a exclamar: Pero, ¿otra vez este tío? ¡Qué pesado!
Ocurre siempre que se abusa de la propaganda y de la retórica. En principio, especialmente las mentes impresionables, se entusiasman, pero al entusiasmo sigue el hartazgo, al banquete el bicarbonato.
Después de todos los errores cometidos por McCain, el mayor de ellos apoyar el plan Bush, es decir, apoyar a los plutócratas en lugar de a las familias, Obama tenía el camino expedito. Sólo podía perderle algo que lleva dentro de sí: su soberbia. Su inconmensurable soberbia y ese sentimiento chulesco de que, como los norteamericanos esclavizaron a sus ancestros, la Casa Blanca le corresponde por derecho. Lo mismo que cuando ZP alega que él es también víctima del terrorismo porque Franco mató a su abuelo en 1936.
En cuanto a McCain, su principal enemigo continúa siendo su apariencia de senilidad. De ahí los ataques de los demócratas a Palin. No sólo le temen porque es una mujer, por tanto, otro colectivo marginado. Volvemos a lo mismo: a mí también me gustaría que una mujer llegara a presidenta de los Estados Unidos, pero no si esa mujer es la feminista Hillary Clinton. No, a la gobernadora de Alaska también le temen porque es una mujer sin complejos a la hora de defender sus principios. ¿Mujer sin experiencia? Pero hombre, si la única que tiene experiencia de Gobierno es ella. El trío de varones protagonistas de esta historia tiene experiencia legislativa, no de Gobierno.
Insisto, empieza a haber empacho Obama. Su clon, Zapatero, ocultó la palpable crisis económica hasta las elecciones generales del 9 de marzo. El día 10, impasible el ademán, se puso al frente de la cruzada contra la crisis. Los demócratas se encuentran en una tesitura parecida: si se pasan de la raya con el huracán Obama, presente hasta en la sopa, el elector podría pensar que ese muchacho empieza a resultar cargante. Las encuestas han pasado de un abanico 8-12 a otro 2-5. No se si McCain llegará a tiempo, pero parece recuperar posiciones en una serie de Estados donde la victoria puede inclinarse a uno u otro lado, y de los que podrían depender las elecciones.
¿El vuelco es previsible? No, pero es posible. Y necesario, porque unos Estados Unidos regidos por el relativista Obama puede ser una tragedia de alcance planetario.
Eso sí, McCain debe aguantar el tirón. El palpable desgaste del candidato, su apariencia senil, constituye su principal rémora.
Voto urbano, voto rural
Nueva York es la capital mundial del capitalismo, un tren en marcha que nunca se detiene para aquellos débiles que no son capaces de encaramarse al interior.
Pero Nueva York representa unos 12 millones de habitantes y Estados Unidos supera los 300. Lo mismo ocurre con Washington: sus 600.000 habitantes, y la población flotante de Virginia, de espíritu capitalino, no representan el espíritu capitalista sino su hermano, el espíritu masónico. Fueron masones los creadores de la nación norteamericana. No se libraba ni uno. Pero Washington tampoco es América: los Estados Unidos son mucho más grandes, de costa a costa.
Esta es la cuestión: el país ha conquistado el mundo y salvado a Europa de la tiranía. Ahora bien, es Europa quien está imponiendo a Norteamérica su forma de vida. Al igual que ocurría con Roma, que conquistó Grecia pero fue culturalmente conquistada por los helenos, corremos el gravísimo riesgo de que la decadente Europa conquiste culturalmente los Estados Unidos. Es decir, que Estados Unidos corren el riesgo de volverse progresistas, relativistas, decadentes, a imagen del Viejo continente, que ni sabe de dónde viene ni a dónde va y, por ello, al no tener principios que cumplir, se convierte en esclavo de sus caprichos, siempre pasajeros y cambiantes.
Este drama de la modernidad no lo he descrito yo, sino Benedicto XVI y constituye la etapa final del relativismo y de su sucedáneo: el progresismo.
Obama es un progre, y no me preocupa su triunfo, sino su triunfo por goleada, por verdadero convencimiento de una buena parte de la población estadounidense que se nos esté volviendo progresista, o sea, medio lela. Como la europea.
Una considerable tragedia, pueden creerme.
Pero sí, el vuelco es posible. Y sería probable si el ególatra Barack Obama alquilara los espacios de todas las televisiones hasta la mismísima jornada de reflexión.
Empacho Obama.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com