Mi rotundo fracaso como profesor universitario se debió, probablemente, a mi teoría de que al adolescente hay que encerrarle en una celda a los 15 años (ahora lo he modificado: mucho, pienso que hay que encerrarle a los 12) y guardar la llave en una banco suizo, o de Liechtenstein, y volverla a abrir cumplidos los 30 años, que es cuando las nuevas generaciones, criadas entre algodones, adquieren una cierta madurez. Además, los plazos pueden modificarse según hablemos del Primer Mundo o del Tercero, pero la doctrina no cambia.

Sencillamente, ocurrió que la comunidad académica, siempre enemiga de la que ZP llamaría la "vanguardia investigadora", es decir, de mí mismo, reaccionó violentamente contra tan brillante sugerencia y me expulsó de su seno abacial, razón por la cual –además de porque me aburría muchísimo dar clases- tuve que volver al periodismo económico. Ya saben: el que vale, vale, y el que no, escribe en Internet.

Por tanto, no debería ser un entusiasta de la película Juno, dado que opera en clave adolescente: bajo mínimos. Maleducada, insensible, medio chiflada, impertinente, jugando con las cosa de comer, trivializa y frivoliza el sexo, que es el origen de todo el drama abortero. Pero hoy -25 de marzo- se celebra el Día del Niño por Nacer, nueve meses antes de la Navidad, hay que apoyarla, porque Juno, sin que quede muy claro el porqué, decide no abortar y tener a su hijo.

Insisto, el origen de todo el actual genocidio de los seres humanos más inocentes y más indefensos está en la trivialización del sexo. "Follan como respiran", aseguraba un amigo mío, con lenguaje tabernario pero con los conceptos muy claro. Por decirlo de otro modo: lo único que necesita la sociedad actual es recordar la sentencia paulina, que resume la historia de la humanidad, y de la que la época actual no deja de ser una excepción: entre un hombre y una mujer que yacen juntos se establece una relación tan seria, tan profunda, tan relevante... que debe ser eternamente disfrutada o eternamente soportada.

La Iglesia española debería dar más importancia a este Día del Niño por Nacer. La resurrección de la jerarquía eclesiástica ya comenzó elevando a hecho público –que es lo que se necesita- la defensa de la familia cristiana, con la famosa manifestación del día 30 de diciembre de 2007, coincidiendo con la fiesta de la Sagrada Familia, una convocatoria que, por cierto, no debe dejar de repetirse en 2008. De igual forma, está clarísimo que el día 25 de marzo debe convertirse en el Día de la Vida. Además, tiene todo el sentido esos nueve meses, porque todo el empeño de los Bernat Soria, de los mercaderes de la muerte, consiste en negar la evidencia de que con la concepción nace el hombre. Por el momento, ya han conseguido inocular en muchos no-pensantes la curiosa idea de que la persona aparece 14 días después de la fecundación. ¿Razones? Ninguna. El cientifismo nunca ha sido muy racional ni muy razonable.

¿Cómo poner fin a la era abortista? En mi opinión se necesitan dos medidas, en negativo la una, positiva la segunda. En primer lugar, prohibir el aborto en todas sus formas, tanto físicas como químicas. Pero luego, en positivo, para combatir el error a la maternidad, crear el salario maternal –un invento de un partido minoritario llamado Familia y Vida- que es la única forma de que la sociedad comience a valorar la mayor contribución de la mujer a la sociedad: la maternidad. Habrá que insistir: la mujer no está marginada en nuestra sociedad: lo está la madre. Especialmente en el ámbito laboral. La cuarta pata del Estado del Bienestar no debe ser la Ley de Dependencia, sino el salario maternal y otras ayudas a la maternidad.

Eulogio López