Resucitó. La historia del Cristianismo no se entiende sin la sentencia de Chesterton: tenemos un Dios que sabe cómo salir del sepulcro. Y no se vayan a creer: esto tiene sus ventajas.

Por eso, las mayores herejías son las siguientes: pesimismo, tristeza, gravedad, tedio, desesperación, engolamiento… el demonio se precipitó a los infiernos por la fuerza  de la gravedad. Un consejo para el cristiano del siglo XXI: cachondeo, mucho cachondeo. Ante la mayor crisis de la historia de la Iglesia, la única respuesta posible es la ironía, arma poderosa para quien anda en verdad. Para el resto se queda en sarcasmo, algo terriblemente cansino. Recuerden; tenemos un Dios que sabe salir de la tumba: ¿qué más podemos pedir?

Con el Domingo de Resurrección entran en escena las mujeres como protagonistas de la historia. ¿Primeros testigos de la Resurrección, la única novedad acaecida en el mundo durante los últimos 6.000 años? Cuatro mujeres.

La raza humana ha caminado a lo largo de la historia bajo la perversa tentación de la tristeza

Entre las muchas acusaciones estúpidas lanzadas contra la Iglesia, la de machismo probablemente las supera a todas. ¿Quién es la criatura más excelsa de todas, la única nacida sin mancha original? ¿Un hombre? No, una mujer. ¿Y a quiénes se les otorgó el honor de ser testigos del acontecimiento más importante de la historia? A cuatro mujeres (a lo mejor hubo alguna más). Los testigos de la Resurrección de Cristo, casi en directo, fueron María Magdalena; María, madre de Santiago; Salomé y Juana, mujer de Cusa, administrador de Herodes (¡Menuda bodorrio hiciste, Juanita!).

Al parecer, el alma femenina es más de agrado del Creador que la masculina. A lo mejor porque lo que distingue a la mujer -no a todas- es que, para la fémina, el conocimiento es un medio para amar, no para mandar

A ellas se aparece Cristo, antes incluso que al futuro Papa Pedro. Al parecer, el alma femenina es más de agrado del Credo que la masculina. A lo mejor porque lo que distingue a la mujer -no a todas- es que, para la fémina, el conocimiento es un medio para amar, no para poseer ni para mandar.

¿Y con quién habla antes de subir al Padre, sea lo que sea lo que eso signifique? Con María Magdalena, otra mujer.

Un fallo: de la resurrección se habla mucho menos que de la crucifixión. Y eso que el Viernes Santo es mucho menos relevante que el Domingo de Resurrección.

Al final, durante 2.000 años, todos los odiadores de los cristianos han centrado sus intentos en impugnar la mayor, en negar la resurrección de Cristo o en homologarla con la de otros mitos antiguos, como el del egipcio Osiris. En este punto, malévolo que es uno, no me resisto a citar una de las historias que se suelen exponer como “una resurrección” más, por aquello de denigrar la historia de la de Cristo: me encanta eso de la recomposición que Isis, la señora de Osiris, realizó de los miembros desperdigados de su señor esposo... y su tristeza infinita al contemplar que le faltaba, mismamente, el órgano que le fecundaría a ella y que, al parecer, se perdió en la melé. Vaso que faltaba la colita de Osiris. Al parecer, doña Isis logró luego un hijo póstumo del ‘castrati’, se me ha olvidado exactamente cómo y prefiero no entrar en pormenores, que acabo de comer. Pero no dejo de preguntarme en qué estaría pensando el creador del mito.

Si Cristo no resucitó, vana es nuestra fe pero como resulta que sí resucitó, asombra que la Resurrección continúe sin ser el eje, no ya de la humanidad, sino de muchos cristianos. 

La raza humana ha transitado por el mundo durante miles de años bajo la tentación de la tristeza, la más grave de todas las tentaciones. El Domingo de Resurrección fue el día en que la tristeza resultó derrotada. Tras La Pasión de Cristo, Mel Gilson prepara otra película sobre la resurrección: le costará mucho más. Insisto: hablamos más del Viernes Santo que del Domingo de Resurrección. Al parecer, nos gustan más las penas que las alegrías.

El hombre es el único ser vivo que sabe que va a morir. El cristiano es el único ser vivo que sabe que va a morir y que luego resucitará, igual que Cristo

Ahora bien,  a pesar de ello ¿por qué todo va siempre mal? O por la Ley de Murphy o, ya en serio, porque que las cosas marchen bien no depende de nosotros sino del Todopoderoso. Y si hay algo que al Padre Eterno le molesta es la indiferencia, también conocida como tibieza. Dicho de otra forma, el PAdre Eterno quiere contar con nosotros para hacer el mundo, Y a veces nos colaboramos.

Yo le entiendo: si te dicen que hay un ser que ha resucitado por su propio poder no paras hasta comprobar si es verdad o mentira. Si fuera mentira, es de justicia que te conviertas en el más feroz de los cristófobos. Pero si es verdad, y resulta que en el caos de Cristo lo es, lo lógico es que te conviertas en discípulo del Resucitado. Lo que no sirve es ni la indiferencia ni la tibieza. Esto no es la pilila de Osiris, es el sentido mismo de la existencia.

El hombre es el único ser vivo que sabe que va a morir. El cristiano es el único ser vivo que sabe que va a morir y que luego resucitará, igual que Cristo. En esa elección se mueve cada individuo en particular y el mundo en general.

El signo del cristiano del siglo XXI es la alegría, la ironía propia del hombre que sabe que el curso de la historia es el curso de la Iglesia, y que el Cuerpo Místico camina siempre bajo el mismo signo: de derrota en derrota hasta la victoria final

Todo el programa de actos del Domingo de Resurrección se vive bajo la misma enseña; si Cristo ha resucitado, y ha resucitado, no sólo nuestra fe no es vana, sino que la vida merece la pena.

En cualquier caso, la urgencia del momento presente, cuando la Iglesia vive la mayor crisis de su historia, no lo duden, es el cachondeo. Mucho cachondeo, nada más que cachondeo, porque todo es cachondeo y, sobre todo, porque la alegría es la defensa del sentido común, un sentido muy cristiano y el más necesario para mantener la cordura en un mundo de chiflados y majaderos. 

Cachondeo. Hay dos cosas que el Príncipe de este mundo no puede sufrir. Por una parte, la inocencia del hombre. Los espíritus malignos odian a la raza humana. No es coincidencia que el paroxismo de las sectas satánicas consista en el sacrificio de bebes, el más inocente y más indefenso de todos los seres humanos.  Junto a esto, lo que mayor irritación provoca en Satan es la ironía: el Espíritu soberbio, decía Tomas Moro, no soporta que se rían de él. Por tanto, mi consejo para el cátolico de ahora mismo, obligado a nadar contra  corriente, sigue siendo el mismo: cachondeo, mucho cachondeo. El signo del cristiano del siglo XXI es la alegría, la ironía propia del hombre que sabe que el curso de la historia es el curso de la Iglesia, y que el Cuerpo Místico camina siempre bajo el mismo signo: de derrota en derrota hasta la victoria final. ¿Quién dijo pesimismo?

Hay una nota última de la Resurrección del Señor que procede reseñar. Es la pregunta de Judas Tadeo, que viene de la Última Cena y se desarrolla y manifiesta  a lo largo de toda la historia de la humanidad: ¿qué ha pasado para que te vayas a manidestar a nosotros y no al mundo? Una preguna llena de sentido que, como periodista, yo mismo hubiese formulado a Jesús de Nazaret, si hubiera sido invitado a aquella 'rueda de prensa'. En efecto, si Dios se encarna y se presenta al mundo debería hacerlo con una pompa extraordinaria y, más que eso, debiera haberse manifestado a todos los hombres, con gran aparato, no a un reducido grupo de ignorantes pescadores galileos. Sin duda, esto supone una prueba de fe.

El ateísmo no es un problema de fe, es un problema de amor

Pero lo turbador es que la respuesta de Cristo parece,en principio, evasiva, a lo Pedro Sánchez: "Si alguno me ama guardará mi palabras y mi padre le amará y vendremos a él y haremos morada en él". Traducido: Dios se da a conocer a quien le ama. Y a quien no le ama ni está dispuesto a amar, no se le da a conocer. La caridad es anterior a la fe, aunque el primer acto de amor sea confiar en que Cristo es Dios, es decir, el primer acto de amor es un acto de fe.

La segunda parte de la respuesta a Judas Tadeo es que el todopoderoso siempre se manifesta en lo minúsculo... quizás porque le aburre lo grandioso. En plata: que a Dios no le gustan los teólogos sino los amantes. Dios es amor antes que sabiduría. Es más, sospecho que lo grandioso le aburre porque el único grande que existe, más allá del universo, es Él. De hecho, es la existencia, toda la existencia, con una única excepción: la libertad del hombre.

En cualquier caso, como decía San Agustín: yo te buscaba fuera y resulta que tu estabas dentro de mi. Pues esa es la respuesta a la eterna pregunta del hombre sobe por qué la rdención se concretó en la manifestación del Creador a un grupo de 'pringaos'. Ojo, que hoy continúa sucediendo exactamente lo mismo. Y así, debemos concluir que el problema del ateísmo no es un problema de fe sino un problema de amor. De falta de amor.