Estamos en los años 20, en la ciudad costera de Littlehampton, la puritana Edith Swan, y otros habitantes de la localidad, empiezan a recibir cartas escritas con un lenguaje obsceno. Las sospechas recaen sobre Rose Gooding, una madre soltera mal hablada que ve peligrar la custodia de su hija debido a estas acusaciones. Mientras las cartas siguen llegando  a muchos vecinos, la agente de policía Gladys Moss  se pondrá a trabajar para resolver el misterio y atrapar al verdadero culpable de todo este embrollo. Todo ello crea un clima de desconfianza.

Reconozco mi debilidad por las comedias británicas, de argumentos mucho más originales que las estadounidenses incluso cuando tienen un toque tan locuelo como éste. Con situaciones muy divertidas, y actuaciones sobresalientes de las dos protagonistas Olivia Colman, Jessie Buckley y del veterano Timothy Spall, Pequeñas cartas indiscretas encierra en su interior varios mensajes interesantes. El primero, y más destacado, la hipocresia de una sociedad de apariencias, además de la soledad en la que viven muchas personas. También describe de forma certera la situación de la mujer a comienzos del pasado siglo XX donde el puritanismo alcanzaba cotas altas y donde la vulnerabilidad de las madres solteras era evidente y, por supuesto, la consecuencia más lógica: en pequeñas poblaciones donde los vecinos, con pocas distracciones en aquella época, tenían como máximo aliciente cotillear.

La película plagada  de situaciones rocambolescas a cual más graciosa pero con unas frases de vocabulario soez, está increíblemente basada en hechos reales, aunque se toma algunas libertades, un ejemplo nadie se cree que, en los años 20, hubiera una agente de policía india.

Se ha convertido en una de las comedias más taquilleras en el Reino Unido.

Para: los que les guste el humor inglés, algo pasado de rosca en esta ocasión.