Los Gallardo son una familia adinerada que siempre ha veraneado en una fantástica masía cuidada con cariño por Amparito, la que fue 'la tata' para los tres niños de la familia: Teresa, Benja y Aura. Pero cuando esta fallece, y son convocados a la lectura de su testamento, quedan asombrados por su petición: quiere ser enterrada en el panteón familiar. Además, les ha dejado unas cartas, nada amables, con cierto contenido vengativo,  donde se destapan las verdades hirientes de la familia…

Película coral, en que todos los personajes tienen su momento de gloria y en la que, mediante un casting bien realizado, todos los intérpretes brillan y tienen su momento de gloria. Como en la película anterior de Juana Macías, Planes para mañana, la cineasta vuelve a demostrar su talento en la dirección de actores.

La película habla de segundas oportunidades, de la posibilidad de cambio, dentro de una comedia amable y de buenos sentimientos, a pesar de abordar, con mucha comicidad, asuntos como el clasismo que solo sale a la luz en una situación límite como ésta (los hijos de la familia no quieren enterrar a la tata en el panteón familiar  porque a pesar de haberles dado su cariño la consideran solo la señora de servicio). Porque estos tres hermanos que se llevan tan mal son egoístas, mentirosos y frívolos, algo normal si tenemos en cuenta el “percal” del progenitor, encarnado por un divertido Gonzalo de Castro que vuelve a demostrar que en el género de la comedia se mueve como pez en el agua.

Pero, en su conjunto, el tono es muy humorístico, con diálogos ingeniosos y situaciones graciosas; algunas especialmente para recordar como “el lio” que se monta en el velatorio de Amparito (maravillosa en ese papel la veterana actriz Luisa Gavasa).

La acción transcurre casi en su totalidad en esa maravillosa finca donde pasaba la familia sus vacaciones, en el jardín y en la casa, pero como el desarrollo es fluido no se necesitan más escenarios.

Para: los que les gusten las comedias de cine español.