Al parecer fue la periodista Pascale Robert-Diard quien le sugirió el tema  de Villa Caprice a Bernard Stora, un respetado realizador televisivo,  porque le había impactado el suicidio del famoso abogado, Olivier Metzner, en el año 2013. A partir de ahí elaboraron esta historia que habla de justicia, corrupción, lujo y poder.  

La vida de Luc Germon, un veterano abogado de gran reputación, se ve altera cuando acepta como cliente a uno de los empresarios más famosos de Francia, Gilles Fontaine. A este individuo le acusan de comprar una propiedad inmobiliaria lujosísima, Villa Caprice, en circunstancias sospechosas. Poco a poco Germon sentirá que se ha introducido en una tela de araña de la cual es muy difícil escapar.

Bernard Stora ha manifestado que de esta historia le interesaba el tema del poder “quién lo posee, quién tiene derecho a tomar la decisión final”, pero realmente lo más desasosegante es descubrir cómo un profesional inteligente y, aparentemente intachable, se ve tentado por el  dinero y, por alguna debilidad humana,  para intentar  librar de la cárcel a un cliente del que desconfía. De ahí la pregunta lógica de si todo vale para ganar un caso.

El duelo interpretativo de Niels Arestrup y Patrick Bruel es magnífico en este relato cinematográfico que deja un amargo sabor de boca, posiblemente porque resulta muy real y creíble.

Para: los que les guste el cine francés cuando hace películas serias, de contenido universal.