La vida misma sigue siendo la inspiración de la joven directora Carla Simón. Si en la multipremiada Verano 1993 (2017) recordó su propia infancia, en Alcarrás (con la que ha ganado el Oso de Oro en el Festival de Berlín) se inspiró en sus tíos agricultores. Esa cercanía ha logrado que sea el mejor homenaje a la gente del campo pero, al mismo tiempo, un retrato certero de que el agricultor español es una especie en extinción.

Es imposible no sentir empatía con la familia protagonista de la película que han cultivado una tierra arrendada desde hace 80 años y a quien el dueño decide retirarles la explotación y sustituir los melocotoneros por placas solares que dan más dinero. Una situación presente en la España rural actual, de norte a sur, que se enfrenta a otros problemas fundamentales además de la falta de rentabilidad, el éxodo de la gente de los pueblos a las ciudades, danto lugar a la España vaciada y, por tanto, el inexistente remplazo generacional que lleva aparejado la contratación de personal extranjero que, en ocasiones, no se adapta al lugar de trabajo y que en esta película, tópicamente, se refleja con una crítica a la xenofobia.

Rodada en Lérida, en el pueblo de Alcarrás, de ahí el título del film, no hace falta que les indique que la película conduce a la reflexión de la preocupante situación a la que los políticos de aquí, y de Europa, están llevando el campo, y también la ganadería, de nuestras tierras de España.

Auspiciado, entre otras cuestiones, porque Carla Simón ha optado por un reparto formado por actores no profesionales que tiene apariencia de lo que son: gente de campo, sencilla, con los conflictos generacionales propios de cualquier núcleo familiar, el retrato se vislumbra como auténtico desde la primera imagen. Eso no impide que el vocabulario repleto de “tacos” del que encarna al luchador protagonista podía haberse suavizado. Frente a él, fantástico el anciano que interpreta al abuelo, al patriarca de la familia, que posee esa templanza y esa mirada serena, a pesar de las dificultades, que todos hemos conocido en algún pariente cercano a quien la edad le hace ganar el respeto de los que le rodean.

Para: los que les gusta el cine español y, en general, para los que estén en desacuerdo con las políticas llevadas en el campo español.