Sin una Europa unida no somos nada, esto es lo que vengo manteniendo desde la formulación del Tratado Maastricht. Todavía hoy lo sigo creyendo, aun cuando el horizonte amenace con negros nubarrones. Sabemos mucho, aunque hemos hecho poco, sobre la integración europea, pero nada para evitar su desintegración, salvo la famosa frase de George Soros: “la desintegración de la UE es prácticamente irreversible”. Por ello tenemos que pensar en un plan B, porque en no más de 10 años habrá más de un 30% de posibilidades de que la UE y la OTAN hayan desaparecido. Nadie manda en el mundo, el “estado mayor” está vacío. EEUU renuncia a liderar el mundo como lo ha venido haciendo a lo largo de las últimas cinco décadas y China aún no está preparada para ello y sus desequilibrios internos son un grave peligro de futuro.

Estamos ante un proceso de deslegitimación total, y un segundo mandato de Trump puede ser letal para la UE. Rusia y EEUU, desde el proteccionismo más interesado, están debilitando el proyecto europeo.

EEUU renuncia a liderar el mundo como lo ha venido haciendo y China aún no está preparada

Siempre hemos estado esperanzados con la idea de una Europa unida bajo una Constitución y un Parlamento europeo, pero en los últimos años está produciéndose una explosión de tensiones entre sus Estados miembros y una incapacidad manifiesta para introducir las reformas políticas, económicas, jurídicas, militares y culturales necesarias. Las instituciones comunitarias funcionan desde la consagración de los rancios principios de la tecnocracia y la burocracia. Se anteponen esas formas al verdadero fondo del proyecto común que no es otro que amalgamar a la población en torno a una Sociedad Civil Europea que consolide y cohesione.

La UE navega entre sus numerosas crisis que van desde el Brexit hasta los florecientes nacionalismos, pasando por la no cesión de soberanía de sus Estados miembros, la afloración preocupante de los populismos, el incremento del número de euroescépticos, la existencia de dos religiones (cristiana e islámica), la presión demográfica y la pérdida de fuerza de su locomotora. Nos enfrentamos a un más que cierto colapso del régimen que significaría el fin de la eurozona. Las medidas de austeridad -que han producido en los países del sur un aumento de las personas que viven bajo el umbral de la pobreza- el racismo, la xenofobia y la islamización, no favorecen su supervivencia.

La UE navega entre numerosas crisis: Brexit, nacionalismos, no ceder soberanía, populismos, euroescépticos, dos religiones (cristiana e islámica), presión demográfica... 

Por otro lado, la desintegración de la UE o la salida de EEUU de la OTAN traerán consigo la desaparición de la misma, sobre todo después del final del Pacto de Varsovia. Las consecuencias políticas y militares de su desaparición serán, como se ha dicho, muchas y muy peligrosas. Citaremos tan solo algunas de las más relevantes:

  • El fin de una defensa colectiva
  • Los gastos militares de la OTAN son cinco veces superiores a los de Rusia, y los soporta fundamentalmente EEUU
  • La no existencia de una alternativa a la política de seguridad europea, lo que contribuirá a su propia desaparición, al querer los países menos Europa
  • El aumento de poder de Rusia y la utilización evidente de su fuerza armada sin complejos
  • La falta de cooperación militar en la UE y la posibilidad de nuevas guerras que no se han producido desde su creación

España pudiera haber tenido alguna posibilidad de liderar la UE, pero varios hechos están reduciendo esa capacidad de liderazgo

Y para terminar sólo considerar que España (como democracia consolidada, pluralista, plena, sin partidos de extrema derecha y pocos antisistema) pudiera haber tenido alguna posibilidad de liderar la UE, pero no contamos con quien hacerlo y, además, se están produciendo hechos que nos disminuyen esa capacidad de liderazgo: la desaceleración económica incipiente, la merma de la renta disponible de las familias españolas, la política de aumentar los impuestos, el incremento del déficit público, el descenso de la productividad, la caída del turismo, el registro de mínimos del lustro del consumo en el último trimestre, el peligroso e incontrolado endeudamiento, la pérdida de reputación de la marca España, el nacionalismo catalán, la falta de confianza en los partidos y en los propios políticos, etc.

Esperando y deseando que la frase de Soros no llegue a convertirse en realidad, recordemos la de Hegel: “sólo es libre el que está dispuesto a dejar su vida por la libertad”.