San Juan Pablo II aseguraba que el martirio del siglo XX era la coherencia. En el siglo XXI, esa verdad es mucho más verdad. Putin lo sabe
Luego dirán que España no es divertida. Lo de los 10.000 soldados rusos que preparaba Putin para defender la República catalana independiente contra los feroces ataques del “Estado madrileño’… asegura la embajada rusa en España que no eran 10.000 sino 1.000.000.
Y el sarcasmo no deja de ser una inteligente respuesta a toda la artificiosidad que rodea el universo independentista catalán, tan narcisista como Pedro Sánchez (no, no acepto que sea una exageración).
Conviene entender a Putin. Es un personaje admirable por creer en algo y es coherente con ese algo. Sólo conozco dos líderes coherentes en el mundo de hoy: Trump y Putin, los dos más odiados por el Nuevo Orden Mundial (NOM).
Puedes fiarte de lo que Putin cree, de su coherencia, no tanto de lo que Putin hace, porque es un hombre que vive en guerra permanente
Ahora bien, que Putin crea en algo y sea coherente con ese algo -ahora que tanto gusta el término- no significa que lo haga todo bien, se lo aseguro. Y es que don Vladimir considera que la III guerra mundial ya ha comenzado y él ya ha entrado en ella. Así, hay que darle un premio cuando se enfrenta al Estado Islámico en defensa de Siria y hay que darle un guantazo cuando se dedica a apuntalar al Régimen de Nicolás Maduro.
Pero es que Putin está en guerra. Está convencido de la validez de la civilización cristiana de Occidente y está convencido de que Europa y buena parte de América son ahora mismo una sociedad decadente, incapaz de luchar por nada.
San Juan Pablo II aseguraba que el martirio del siglo XX era la coherencia. En el siglo XXI, esa verdad es mucho más verdad. Putin lo sabe.
No eran 10.000 los soldados rusos que iban a defender Cataluña: eran un millón. La ironía rusa desvela lo artificioso del independentismo catalán
De personajes como Putin no puedes esperar clemencia, incluso puedes temer violencia y venganza, pero resulta más justo que otros líderes, por ejemplo que los europeos que, por no creer en nada, tampoco responden por nada. No necesitan ser coherentes con sus principios porque no tienen principios.
Y eso que Juan Pablo II no le tenía mucho cariño a los rusos.