- Caixabank, Santander y HSBC no aguantan más y Santillana es el único activo vendible para aliviar el balance de PRISA.
- Cebrián pide demasiado, 2.000 millones, y a ese precio no encuentra comprador.
- Janli -arruinado pero prepotente- se resiste: intenta ahora un acuerdo con fondos.
- Eso sí, después de haber fracasado con Berstelsmann, Planeta y Pearson.
Prisa anunció en un escueto
comunicado a la CNMV, firmado el 16 de noviembre, que ponía en marcha la venta de
Santillana, no porque le gustara sino porque no le queda otro remedio para reducir la
deuda, el
talón de Aquiles del grupo. Desde entonces, no ha dicho esta boca es mía, al contrario que los principales
accionistas que sostienen artificialmente al grupo, que presionan a
Juan Luis Cebrián para que baje el pistón de lo que pide por la editorial y la venda de una vez.
Santillana, de hecho, es el activo más vendible de Prisa -también el más rentable-, pero no pide poco, precisamente, por deshacerse, en concreto, del 75% que posee. Los analistas situaron el
valor de la editorial entre 1.500 millones y 2.000 millones de euros, una cifra
mágica para Cebrián pero con un problema no menor: no hay comprador que la pague.
Pero eso, ya me entienden,
a Telefónica y a los bancos,
Caixabank,
Santander y
HSBC, les da igual, que han tratado bastante bien al grupo impidiendo que se ahogue.
Si el problema de Santillana es de precio, lo que lo hace invendible, la solución es clara: bájese el precio. Están hasta el gorro del prepotente Cebrián que ha llevado a la ruina al grupo
Prisa y la venta de Santillana urge porque todo tiene un límite, también la financiación blanda y la capitalización de deuda.
Cebrián, por su parte, sigue mareando la perdiz, aunque ha intentado, sin éxito, colocar Santillana a los alemanes de
Berstelsmann, a los españoles de
Planeta y a los británicos de
Pearson, y ahora piensa en los fondos de inversión.
Con los grupos editoriales ha tenido en cuenta los intereses de uno y otro, pero se ha encontrado con el
no de Berstelsmann , porque no le entusiasman los
libros de texto, y el
no de los británicos, por sus apuros financieros.
No obstante, el atractivo de Santillana -sin
Alfaguara, que vendió en 2014 a
Penguin Random House (propiedad Berstelsmann)- sigue en ese frente, el de los libros de textos -menguante en España por la
irrupción del libro-tablet- pero no todavía en Hispanoamérica (de ahí procede el 70% de los ingresos de la editorial).
Una cosa es segura:
a Cebrián se le agota el tiempo.
Rafael Esparza