Estamos ante una crisis de demanda que es más peligrosa que las habituales crisis de oferta.
Que se vendan menos pisos pero que, aun así, no bajen los precios, significa que estamos ante una nueva burbuja inmobiliaria. Es lo que ha sucedido en mayo: la compraventa de viviendas se desplomó un 53,7%, según el INE, y, al mismo tiempo, los precios subieron un 1,5%, según los notarios.
Y si las casas no se venden, pero tampoco bajan los precios para incentivar esas ventas, llegará un momento en el que alguien no aguantará más la situación y se ahogará.