Elecciones autonómicas en Andalucía, 2018, jornada del 2 de diciembre. Batacazo del PSOE y de Podemos, que braman contra el fascismo de Vox, con un cursilísimo neocomunista, Pablo Iglesias, lanzando su “alerta antifascista”.

El caso es que PSOE y Podemos no suman para obtener la mayoría absoluta, mientras PP, Ciudadanos y Vox sí suman para sacar a la izquierda de la Junta tras 33 años en el poder. Por tanto, el Gobierno más lógico es el de la unión de los tres partidos de derechas que suman más votos (casi 2 millones) que los 1,6 de la suma de PSOE y Podemos (Adelanta Andalucía).

Dicho esto, allá, al fondo, Pedro Sánchez tiembla, dado que es advenedizo en Moncloa y nada tiene de consolidado. Ahora, tiene más razones para agotar la legislatura –y más allá- y hacer su campaña electoral personal en el extranjero.

Vox, como Ciudadanos, sigue siendo derecha pagana. Abascal y Rivera se parecen más entre sí que con Pablo Casado

Volvamos a Andalucía. La izquierda debería preguntarse por qué Vox, en el feudo socialista y de Podemos, consigue que le voten 400.000 andaluces. A lo mejor es que la gente se está cansando de un Gobierno dirigido por un personaje obsesionado con dormir en Moncloa y que ha llegado a la Presidencia con el apoyo de comunistas, antisistema, proetarras, separatistas y… los majaderos de Compromís. Ese Gobierno Frankenstein, sólo alimentado por el resentimiento de la izquierda española y cuyo único denominador común es el anticlericalismo y la cristofobia. Podemos no está en el Gobierno, pero le ha impuesto a Sánchez su sectarismo. Por eso sube Vox

Por cierto, la formación que lidera Santiago Abascal se parece más a Ciudadanos que al PP. Sí, y ambos tienen el peligro del fascismo (el de verdad, no el de las soflamas hortera de don Pablo Iglesias). No es un peligro cercano, pero el fascismo consiste en deificar a la nación o a la patria. Y la patria y la nación españolas son dos cosas –casi una– muy dignas de ser tenidas en consideración y tratadas con respeto… pero no son Dios.

En cualquier caso, la vicepresidenta Carmen Calvo inició la campaña de mentiras el pasado viernes 30 de octubre, casi en jornada de reflexión. No, no calificó a Vox de fascista, hubiera sido rebajarse al lenguaje mitinero de Pablo Iglesias. Prefirió hablar de los “principios anticonstitucionales del ideario de Vox”. Pero los servicios de prensa de Moncloa se encargaron de censurar que alguien pudiera preguntar a la sñora Calvo en qué consistía la presunta inconstitucionalidad del ideario de Vox, pregunta que no hubiera tenido otra posible respuesta que la evasión.

Dos preguntas para la izquierda: ¿Por qué gana Vox? ¿Dónde está la inconstitucionalidad de Vox?

Es igual, el portavoz del PSOE, ministro de Fomento, José Luis Ábalos, volvió a repetir la mentira, al igual que Susana Díaz, en la noche electoral.

¿El cambio en España comienza en Andalucía? No diría tanto, dado que estamos hablando de la posible alianza de dos fuerzas de derecha pagana con una de derecha tibia. No es como para que los católicos sintamos orgullosos. Ahora bien, supone que el “adiós, Susanita, adiós” de los seguidores de Vox, lo mejor de la reacción de Vox ante unos resultados que ni ellos mismos esperaban, dan pábulo a pensar que los Gobiernos Frankenstein, frentepopulistas y guerracivilistas del Sanchismo empiezan a no ser admitidos por el sentido común de los españoles. Una gran noticia.