Ya lo hemos contado en Hispanidad: si Ana Botín da marcha atrás y se niega a nombrar consejero delegado al italiano Andrea Orcel (UBS) no es porque tuviera que pagarle 55 millones de euros sino porque Orcel, apoyado por los fondos accionistas del Santander (el más reconocido Blackrock, que posee un 5,7% del capital y es el primer accionista de lejos) quería tomar el poder en la entidad.

El objetivo era muy sencillo: Orcel, un banquero de inversión, tomaría el poder real dejando a Ana Botín convertida en ‘chairman’ y con los poderes ejecutivos disminuidos. A partir de ahí, se afrontaría el consabido troceo de la primera entidad de Europa continental especializada en banca al por menor y uno de los mayores bancos del mundo. Ya saben, según la regla de oro: la suma de las partes vale más que el todo. Sobre todo para el especulador.

Ana Botín dio marcha atrás cuando se dio cuenta de las verdaderas intenciones de Orcel. Alegó que el Santander no podía pagar casi 11 millones de sueldo, más los 55 millones de euros en bonus que Orcel acumulaba.

Pero la farsa debe continuar. Orcel ahora va a denunciar al Santander y exigirle daños y prejuicios. Ha contratado al bufete De Carlos Remón, donde trabaja José Manuel de Carlos y Álvaro Remón. El primero, hijo del que fuera presidente del Real Madrid, Luis de Carlos, y hermano del hasta hace dos días socio director de Uría y Menéndez, Luis de Carlos junior. Todo ello con el apoyo del mercantilista y experto en asuntos bancarios, Jaime de San Román.

Orcel está empeñado en mantiene la farsa, aunque 55 millones de euros tampoco hace daño a nadie

Pero, quede claro que lo que está en juego ahora no es el Santander sino que la representación no puede terminar. Y además, 55 millones de euros, más gastos por daños y perjuicios, tampoco es como para entristecer a nadie.

También hay un adarme de venganza por parte de Orcel en la reputación de la entidad y de la propia Ana Botín: no queda bien fichar a un CEO para desficharle cinco meses después.

Pero lo importante es otra cosa: lo importante es que el enemigo de Ana Botín continúa dentro. Son los fondos capitaneados por Blackrock, que exigen a Ana Botín más inyección de capital, que ya han provocado que la familia Botín reduzca su participación por debajo del 0,50% (0,24% la sindicatura formada por los 6 hermanos, y el resto la Fundación Botín) y que el Consejo tan sólo controle el 1,13%.

Si Ana Botín necesita nuevas inyecciones de capital, tendrá que volver a los fondos.