Reunión entre Pedro Sánchez y Pablo Casado, este lunes, en Moncloa. El objetivo del presidente del Gobierno no era llegar a un acuerdo con el líder de la oposición, sino justificar los tres frentes abiertos que mantiene el Ejecutivo: Cataluña, Venezuela y Podemos. Casado, que ha caído en la trampa -tal vez no le quedaba más remedio-, ha llegado a La Moncloa dispuesto a firmar pactos de Estado, pero, después de casi hora y media de reunión, esto se ha demostrado imposible.

Sánchez no quiere saber nada de las condiciones de Casado que, en líneas generales, se resumen en renunciar a la Mesa de diálogo con los independentistas y la renuncia a la modificación, en el Código Penal, del delito de sedición.

El problema es que, dicho así, puede dañar la imagen de don Pedro, y eso no se puede permitir. Por eso, el presidente ha puesto a funcionar a toda la maquinaria de Moncloa para contrarrestar la comparecencia de Casado.

Primero, lanzando un apresurado comunicado de prensa tras la reunión, para que los medios de comunicación tuvieran una primera versión del encuentro. Mensajes: el PP continúa “instalado en su estrategia de bloqueo” y no ha variado ninguna de sus posiciones, “a pesar de su responsabilidad como principal partido de la oposición”.

Y como en Moncloa no ha gustado la comparecencia de Casado, la ministra portavoz ha hecho acto de presencia para desmentir la versión del popular. Por cierto, ¿no debería comparecer Sánchez? En cualquier caso, María Jesús Montero ha negado la mayor -Casado no ha tendido la mano al Gobierno- y ha acusado al líder del PP de chantajista.

Este es el diálogo según Sánchez: por delante, un comunicado y, por detrás, María Jesús. Esto marcha.