El Tribunal Supremo ha enmendado a la Audiencia Nacional y ha absuelto al director general de la Caja de ahorros del Mediterráneo, Roberto López Abad, del delito de falseamiento contable… la clave de bóveda del caso CAM y de la OPV de Bankia, cuyo juicio oral se celebra ahora… en la misma Audiencia Nacional.

Al mismo tiempo, se rebaja la pena de Dolores Amorós, sustituta de López Abad y la de otros implicados. Recuerden que la CAM probablemente haya sido la mayor quiebra, en términos proporcionales, de la banca española, junto a Caixa Catalunya… y los principales dirigentes de esta última entidad, con Narcís Serra al frente, también fueron absueltos.

Nos hemos ensañado con los bancos, mucho más éticos que los fondos o las ‘bigtech’

En resumen, la sentencia del Supremo seguramente incluirá sobre el caso Bankia, donde se juega, no sólo el futuro de Rodrigo Rato y sus directivos, sino también el prestigio de la banca española y de la regulación bancaria en España.

Y ojo, se ha juzgado, y condenado, a directivos d las antiguas cajas de ahorros, por tres motivos:

1. Cobrar demasiado o utilizar tarjetas. Una cuestión menor.

2. Falsear las cuentas. Cuestión mayor porque se engaña al accionista. Pero resulta que no engañaron o no le hicieron con ese ánimo sino para destacar lo bueno e ignorar lo malo.

Hemos perseguido a los banqueros por tontunas, como las ‘tarjetas black’ y nos hemos olvidado de lo importante: los créditos dolosos

3. Cuestión suprema: concedieron créditos dolosos. Es decir créditos que sabían que no se iban a devolver, con lo que perjudicaban a la entidad, favorecían a los amigos, y a sí mismos. Los créditos dolosos sí que provocan crisis bancarias y esto sí que hace millonarios a un banquero a costa de la entidad.

Sólo que, miren por donde, en ese punto el regulador, el Banco de España, anduvo ciego y tonto, y este punto apenas se ha investigado.  

Nos hemos ensañado con los banqueros y les hemos juzgado, y condenado, por fruslerías mientras nos hemos dejado lo importante. Y ojo, porque nuestra ira no debería ir contra los banqueros que, a fin de cuentas, juegan un gran papel social, constituyen el sistema de pagos del país), sino contra la nueva banca, sobre todo los fondos, aunque también los bancos financieros y tecnológicos, que no se someten a regulación alguna y que tienen una moral mucho más amplia y una mente más abierta. Es decir, que son unos sinvergüenzas de cuidado, mucho más peligrosos que los banqueros.

Pero el nombre de banquero suena peor.