Al BCE no le gusta el banco público catalán. Y al BIS no le gusta el bitcoin
Con tipos negativos el negocio bancario no es negocio. El Banco central Europeo (BCE) no puede variar los tipos, pues se ha convertido en rehén de las políticas de gobiernos irresponsables que emiten deuda a mansalva. Si sube los tipos, el BCE provocará la quiebra de los Estados, si los mantiene en negativo puede provocar la quiebra de los bancos. Por ahora, ha elegido salvar a los países y castigar a la banca pero ese camino tiene que tener final en algún sitio.
Pues bien en este punto, fuentes del Banco Central Europeo (BCE) se han adelantado a la petición social de un banco público que pretende la Generalitat de Cataluña y han asegurado que el proyecto no les gusta.
Lógico, ni las administraciones públicas son buenos gestores y, además, son malos “supervisados” dado que no aceptan la autoridad del regulador ni del inspector. Es decir, del BCE.
Ahora bien, la institución que lidera Christine Lagarde y la sección que dirige Andrea Enria, presidente del Consejo de Supervisión del BCE, no está por la labor de bancos públicos, que sólo originan problemas.
Pero la Generalitat quiere.
Y no menos relevante resulta que el Banco Internacional de Pagos de Basilea (BIS) haya lanzado un comunicado -no suele hacerlo- para dejar claro que no le gustan los criptoactivos, es decir, las nominadas en criptomonedas.
Se dirá que es lógico pues el BIS no es otra cosa que el banco central de bancos centrales, por lo que no legisla una monedas sin referencia, por la que no responde nadie. Y eso es cierto, aunque no es el problema. El problema de las criptodivisas y los criptoactivos en ella denominadas no es que perjudique o beneficie al BIS sino lo dicho: que nadie responde de ellas. Y lo segundo: que es un círculo cerrado: al menos por el momento es especulación pura y dura que en nada colabora al bien común.