No se engañen, la izquierda no está en alza, está en baja. Si acaso, lo que está en alza es el progresismo. Y me temo que no por mucho tiempo. Y uno de los motivos es que ha sustituido la justicia social por la subvención pública. Es decir, que pretende la igualdad sin esfuerzo, o sea, con el dinero de los demás. Y entonces 'los demás' dicen que no están dispuestos a alimentar vagos. Con razón. 

El economista progre de moda, Thomas Piketty, propone un impuesto para que todo joven reciba, 120.000 euros al cumplir los 25 años.

El economista Piketty propone imponer en todo el mundo la renta única (salario sin trabajo), de una tacada: 120.000 euros para todo joven al cumplir los 25 años. Pero yo no quiero alimentar vagos...

Al principio, lo confieso, leía con atención a este 'revolucionario'. Como todo quisqui, siento curiosidad por las novedades. Soy periodista. 

Pero ya antes de aprehender las tesis de Piketty empezó a chirriarme algo: en el personaje se dejaba ver un afán de protagonismo que enciende la primera señal de alarma en el caso de los llamados intelectuales. Porque, al final, resultan siempre intelectuales en 'chaise longue', como les calificaba George Suffert en su para mi inolvidable ensayo así titulado: "Los intelectuales en 'chaise longue'", que podríamos traducir a la ligera como 'los intelectuales recostados'. Les gusta demasiado el proscenio. Y si no fuera por miedo, serían la novia en la boda... Vamos, que les encanta llamar la atención.

Muchos diputados de izquierda nunca han sobrevivido en el mercado, siempre han vivido del dinero de los demás. Por ejemplo, Pedro Sánchez

El País , siempre a la búsqueda de lo que llamaríamos novedades progresistas ("porque así quiero llamarlo", progresista, como asegurara la portavoz del gobierno, inefable Isabel Celaá), Piketty ha enunciado su nueva cura-milagro: hay que darle a cada joven, al cumplir los 25 años, 120.000 euros. No 119.000 ni 121.000, sino 120.000. Mismamente. Y todo ello, naturalmente, con el dinero de los demás. 

Es decir, la propuesta de Piketty consiste en una simplificación de la teoría favorita de la izquierda progre (en España, Sánchez e Iglesias pero también los nacionalistas), de todos los que confunden justicia con limosna y limosna con subvención pública en los tiempos actuales: un salario por no trabajar. Las denominaciones de esta curiosa propuesta reciben mucho nombres: renta única, salario social, renta social, renta de subsistencia... pero todas ellas se pueden resumir en esto: cobrar un salario sin trabajar o, en castizo, vivir por la jeta. 

La izquierda no ha sabido decirle a la gente que tiene que esforzarse para llevar una vida digna... porque la vida digna consiste en el esfuerzo

Y resulta que los hay que no nos gusta alimentar vagos. Y los hay que pensamos que la dignidad de una persona exige que se gane el pan con su sudor... y que con ese mismo sudor contribuya al bien común, también socorriendo a quien más lo necesita pero no estableciendo un sistema por el que unos viven a costa de otros.

¿Y por qué la izquierda propone de continuo el salario social? Pues porque, al igual que la derecha, no ha sabido defender la justicia distributiva que supone darle a cada uno lo suyo. En plata, no ha sabido defender el mérito, al menos tanto como la necesidad. Y más en plata, o más en concreto: decirle a la gente que tiene que esforzarse para llevar una vida digna porque la vida digna es, entre otras cosas, esfuerzo.

La necesidad no puede ser el último argumento -aunque deba ser tenida en cuenta- ni el mérito puede desdeñarse... porque entonces habremos vuelto a la injusticia

El prototipo de lo que digo es el diputado de PSOE y de Podemos. Pregúntense cuántos de ellos han sabido sobrevivir en el mercado. Algunos han trabajado siempre de políticos. Es decir, con el dinero de los demás. Por ejemplo, el presidente del Gobierno, un tal Pedro Sánchez. Es el biotipo que le gusta a Piketty.