2020 fue el último año de Marcelino Fernández Verdes como presidente ejecutivo de CIMIC -en noviembre anunció que dejaba el cargo en manos del CEO, Juan Santamaría- y su despedida no fue todo lo triunfal que le hubiera gustado.

Efectivamente, la filial australiana de ACS cerró 2020 con un beneficio de 395 millones de euros, frente las pérdidas de 630 millones del año anterior, pero no fue gracias al negocio recurrente sino a la venta, en diciembre, del 50% de Thiess, la filial minera del grupo, que le permitió ingresar 1.380 millones de euros.

De esta manera, la constructora pudo hacer frente, no sólo a la caída de la actividad derivada del Covid, sino también al impacto negativo de 1.418 millones de euros por la pérdida del arbitraje con Chevron (805) y por otros conceptos extraordinarios.

En cuanto al negocio, los ingresos cayeron un 10,4%, hasta los 9.850 millones de euros y el Ebitda se redujo un 16,5%, hasta los 655 millones. Así, sin los impactos extraordinarios mencionados antes, el beneficio habría sido de 371,5 millones de euros. En 2018 el beneficio fue de 492 millones de euros.

Los resultados no gustaron al mercado, como tampoco la previsión para este 2021 (un beneficio de unos 260 millones de euros): la cotización se desplomó un 17% y arrastró a la matriz ACS, que este miércoles llegó a caer hasta un 6%, aunque al final se moderó y el retroceso fue de algo más del 3,8%.