Entre tanta polvareda se nos perdió don Beltrán. (Quevedo). Tanto hablar de que la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), planteada por Sánchez finiquitaba la independencia judicial, se nos olvidó otro proyecto, mucho más letal para la justicia, que el ministro Juan Carlos Campo ya ha ejecutado. y que si nadie lo detiene se convertirá en ley: serán los fiscales quienes instruyan las causas, sin la tutela ni la decisión última del juez. Al parecer, alguien ha creido que como ambos cargos se otorgan con la misma oposición realizan idéntica función. Pues no: el cliente del fiscal es el Estado y su objetivo, el individuo. Por contra, el juez, se supone, está para proteger al individuo, en muchas ocasiones... del propio Estado. En cualquier caso, está para defender al débil de los abusos del fuerte, lo que poco tiene que ver con la labor del fiscal.

Además, quien centra el debate, gana el debate. Traducido a la justicia: el instructor suele decidir el veredicto. No tiene por qué ser así siempre pero casi siempre es así. 

Hasta ahí, el fuero, ahora vamos con el huevo. Si hay un colectivo sectario. Sectariamente progre, en España ese es el colectivo de los fiscales, del que el prototipo resulta, precisamente, la Fiscal General del Estado, Dolores Delgado... a quien no obstante deseamos una pronta recuperación del coronavirus. 

Conclusión: si el ministro Campo se sale con la suya... ¡que Dios nos pille confesados!