Se llama Johana Mandelkow, es hija de agricultores y sus padres poseen una explotación agropecuaria Bandelow, una población situada en Brandeburgo (este de Alemania), a una hora y media en coche al norte de Berlín. Mandelkow no parece estar una inminente crisis climática, una preocupación que ha generado ya movilizaciones como las de los jóvenes de Fridays for Future que lidera la joven activista sueca Greta Thunberg.

Lo que preocupa con más urgencia a Mandelkow y su familia es la continuidad de su negocio por culpa de los planes medioambientales del Gobierno de la canciller Angela Merkel. En su opinión, las políticas del Ejecutivo germano en esta materia han dado un giro demasiado restrictivo.

Por eso mismo Mandelkow -la ‘antigreta’ alemana- está al frente de una organización de reciente creación que busca defender la causa de los agricultores y ganaderos alemanes frente a las intenciones del Gobierno de Merkel. Land Schafft Verbindug se llama esa iniciativa, cuyo nombre en español sería algo así como El campo conecta.

Con quienes buscan conectar Mandelkow y compañía son las poblaciones y élites urbanas que por, infinidad de motivos, andan en general desconectadas de lo que supone la vida en el campo y las actividades económicas del sector primario.

Comandados por esta mujer y otros militantes de Land Schafft Verbindug han llegado a desfilar hasta 8.600 tractores por Berlín con perturbadoras consecuencias para el tráfico de la capital.

‘Yo no soy una anti-Greta, soy una Greta del campo”, así se define la propia Johana. Ella alude a medidas como las que, por ejemplo, tienen por objetivo limitar el uso de los coches. Si esto puede tener sentido en grandes metrópolis para velar así, entre otras cosas, por la calidad del aire, en las zonas rurales, no usar el coche condena al aislamiento. Sobre todo en zonas en las que pasa el autobús cada dos horas o dos veces al día. “El coche es más difícil dejar de utilizarlo en el campo. En el campo puede que no haya servicio de autobuses”, recuerda Mandelkow.

En organizaciones como la suya, Mandelkow y los suyos están ahora en pie de guerra por intenciones del Gobierno de Merkel como la de reducir la cantidad de nitratos presente en la tierra y aguas freáticas del país restringiendo el uso de los fertilizantes.

Ella dice estar a favor de la protección del medioambiente, pero desde luego no del modo en que hasta ahora se viene haciendo la política medioambiental en su país. Por eso, en Land Schafft Verbindug reconocen que quieren “ser influyentes respecto a todos los partidos” del país. “Queremos hacer más eficaz el trabajo del lobby del campo en Alemania y queremos que la política actúe de forma más razonable”, concluye esta joven poco después de salir de clase. Porque Johana, mientras lucha por los derechos de los agricultores alemanes, sigue yendo a clase… Y, además, Johana tiene su propia canción, firmada por King África

En el entretanto, José Borrell pregunta a los jóvenes: ¿estáis dispuestos a vivir peor para "salvar al planeta"? Buena pregunta. Pero parece que Borrell no solo tiene que dirigir sus preguntas a la juventud, también a la gente madura como, por ejemplo, a la eurodiputada Clara Ponsatí para quien las críticas del Alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad de la UE parecen atacar a su áura ecologista. Ponsatí le considera el barrufet rondinaire ('pitufo gruñón') de la Unión Europea. ¡Toma ya!

Toda la demagogia verde evita plantear la advertencia primera: en ecología todo está inventado. El problema es que ponerlo en marcha cuesta dinero y, ojo, si damos el salto a las dimensiones telúricas del cambio climático, las de,p or ejemplo, Greta Thumberg o Teresa Ribera, entonces no sólo es que no haya dinero para todo lo que exigen talibanes, del tipo de la ministra Teresa Ribera... es que, sencillamente, nos obliga a volver a la caverna. 

A lo mejor es un buen sitio para colocar a la ministra Ribera. Siempre junto a Greta, naturalmente.

Teresa Ribera y Greta Thumberg, aliadas por el planeta y contra las personas