• El problema de la globalización es que tiende al monopolio como las moscas a la miel.
  • Y el monopolio supone un atentado contra la libre competencia.
  • Por lo tanto, contra la igualdad de oportunidades.
  • ¿Regular la banca? Mejor sería regular los fondos.
  • Además, la regulación siempre llega tarde.
Mario Draghi y Janet Yellen (BCE y FED) (en la imagen), los dos monetaristas más poderosos del mundo, plantan cara a Donald Trump: le acusan de proteccionismo comercial y  desregulación bancaria. Vamos, que no han aprendido nada de la crisis. Naturalmente, Mario y Janet son dos grandes amigos de la globalización y de la regulación bancaria. Mire usted, el problema de la globalización es que tiende al monopolio como las moscas tienden a la miel. Si es duopolio todavía peor, porque encima ofrece un espejismo de libre competencia, cuando no es más que la alianza entre dos o tres gigantes. Y el monopolio supone un atentado contra la libre competencia. Que en sí mismo tampoco es tan importante, si no fuera porque significa un atentado con algo verdaderamente relevante: la igualdad de oportunidades. Al final, la globalización consiste en eso: en menos actores mucho más gordos, ingobernables y, probablemente, injustos. En cuanto a la regulación bancaria, más de lo mismo: el buen banquero es el banquero ético y prudente, no el banquero regulado por terceros porque, créanme, la regulación nunca llega a tiempo. Ahora bien, no lo duden: su mayor pecado, de los que les hace culpables a los monetaristas, a Mario y a Janet, de la crisis económica permanente en la que vivimos es la emisión de dinero sin fin. Todo lo que nos ocurre resulta mucho más sencillo: que tenemos que volver a lo pequeño, que es lo humano, y olvidarnos de lo gigantesco, que es lo que esclaviza al hombre, al menos al de abajo. Eulogio López eulogio@hispanidad.com