• Jóvenes católicos quejosos con la Iglesia "moralista".
  • Pero una Iglesia no moralista es como una fabada sin alubias o un vino sin alcohol.
  • Sí, a mí tampoco me gusta que me reprendan.
  • La Iglesia no escucha. Es decir, la Iglesia no me obedece.
  • La liturgia no es innovación sino repetición solemne.
El semanario religioso del Obispado de Madrid, Alfa y Omega, asegura en su último número que algunos jóvenes  católicos están pesarosos con la Iglesia porque no les escucha. Para ser exactos, un 40%. De estos jóvenes, puede decirse lo mismo que Giovanni Guareschi aseguraba de las mujeres: si no tuvieran el consuelo de hablar, ¿cómo podrían sobrevivir estas pobres mujeres condenadas a sufrir en silencio? Es lo mismo que ocurre con los jóvenes: aseguran que no se les escucha, y me da que pensar lo mismo: a lo mejor es porque ellos no escuchan a la Iglesia. Nuestros queridos jóvenes también anhelan una Iglesia poco moralista, que es algo así como el vino sin alcohol o la fabada sin alubias. Pero yo estoy con los jóvenes católicos: a mí tampoco me gusta que me recuerden lo que está bien y lo que está mal, mayormente porque yo también hago cosas malas y entonces me siento reprendido, algo muy molesto para mi soberbia personal. Luego viene la demostración de la sospecha sobre quien no escucha. Hablan los jóvenes de una liturgia acorde con los tiempos. Mire usted jovencito: la liturgia no es innovación: es repetición solemne. Así que no es la liturgia quien debe cambiar sino usted quien debe comprender. En el fondo, lo que los jóvenes dicen es lo del médico romano de Astérix: esto de que los dioses se comprometen como si fuesen amos tiene que acabarse. No es Dios -que sí lo hace y le despreciamos- quien tiene que acercarse al hombre: es el hombre el que, por la cuenta que le atrae, debe acercarse a Dios. Porque la actitud de los jóvenes católicos que describe Alfa y Omega, evoca la historieta satírica de aquella ovejita perdida a la que el pastor devuelve al corral y, en el entretanto, la muy jovencita ovejita va arreándole dentelladas en el cuello al pastor, un reaccionario de mucho cuidado, clarísimo culpable de que la oveja se pierda. Es cierto que vivimos una época muy especial donde hay razones sobradas para achacar muchos de los problemas de la Iglesia a la Jerarquía. Los males de la Iglesia están dentro y arriba, eso es nuevo y lo comprendo. Pero también es verdad que estar en la base no supone santidad. Eulogio López eulogio@hispanidad.com