• La científica Martínez Conde cree en Matrix.
  • El gran fraude de la neurociencia se concreta en una frase tan falsa como verosímil: el cerebro piensa.
  • Una proposición muy científica e irrefutable: ¿Por qué no había de ser cierto todo aquello que no podemos demostrar?
  • La ciencia no camina hacia la verdad sino hacia la locura. Como la humanidad.
Se llama Susana Martínez-Conde y es una científica eximia (probablemente una reiteración). Siempre me ha sorprendido quien otorga estos galardones: hay grandes pensadores que no son científicos y chisgarabís que sí lo son, sencillamente porque alguien, por lo general un editor, ha decidido que sí es un científico. Y cuando obtienes dicha condición ya puedes echarte a dormir: todo lo que digas o escribas estará marcado por la señal de la verdad irrevocable. Vaya, que serás guapo y caerás bien, según el dicho adolescente. Martínez-Conde (entrevistada en el diario ABC, ver foto) pertenece al escenario cientifista de moda: la neurociencia. Ya hemos comentado que la neurociencia es mucha neura y poca ciencia, y su objetivo principal es explicar el mundo prescindiendo de Dios. Una tarea en verdad compleja. Para ello se trata de crear materia inteligente, y los neuras han encontrado en las neuronas el material adecuado para su gran estafa intelectual, bajo un eslogan -en los fraudes intelectuales siempre hay un eslogan- creíble y que constituye otro grandísimo embuste: el cerebro piensa. Pero la neurociencia puede negar a Dios desde dos polos opuestos: materia inteligente y así podemos prescindir, no ya de Dios sino del mundo inmaterial. Y también, es el caso de Martínez-Conde, puede caer en el polo opuesto, en el hiper-espiritualismo. Martínez-Conde nos viene a decir que a lo mejor no podemos demostrar que el mundo no es el producto de la simulación de un ordenador. He aquí la magia de la ciencia: Martínez-Conde cree en el matrix y, de paso, también cree en una proposición muy científica e irrefutable: ¿"por qué no había de ser cierto todo aquello que no podemos demostrar"? Por ejemplo, que el mundo no se obra de Dios sino la simulación de un ordenador. Y claro, como no lo podemos probar, tampoco podemos probar que sea falso. ¿No es genial dónde han llegado los científicos? Hemos superado el "no todo lo que es verdad es demostrable" y hemos alcanzado la cumbre: todo aquello que no podemos demostrar es cierto. ¡Cuánta genialidad! La ciencia no camina hacia la verdad sino hacia la locura. Como la humanidad. Eso sí, mira tú por dónde, cuando Martínez-Conde habla de Dios pasa de la hipótesis al dogma cientifista: Dios es una ilusión, sentencia. De eso es de lo único que nuestra protocientífica está segura. Pero tranquilos, no pasa nada porque resulta que ella… también puede ser una ilusión. Lo que no nos lleva a ninguna conclusión científica sino a lo de Martes y 13: ¡¡¡Prrrrrr!!! Eulogio López eulogio@hispanidad.com