Con sus nombramientos, Pablo Casado se aleja de las raíces cristianas del Partido Popular. Pero eso no significa centrarse sino todo lo contrario. La unidad de España tiene su origen en su fe cristiana. Si no, degenera en nacionalismo, incluso en fascismo.

Sí, no se trata de ninguna exageración. Piénsenlo. La unidad de España es un bien moral porque es una creación de la fe cristiana compartida. España no se hubiera mantenido unidad ni hubiera sido el arma más importante de la Iglesia si no fuera por su… unidad en la fe cristiana.

De otra forma, si se trata de defender un patriotismo sin ideas… pues sí, tiene sentido no desunir lo que lleva tantos años unido, pero en ese caso los argumentos contrarios, es decir, los de los separatistas también tendrían razones y motivos.

Es más, si prescindimos de la unidad de España en torno a Cristo, entonces podemos caer en lo que los independentistas llaman ‘nacionalismo español’. Incluso en fascismo, que no es otra cosa que la deificación de la patria. Y el patriotismo es una hermosa virtud pero idolatrar a la patria no es más que un materialismo nacionalista.

Lo importante no es la unidad de España, sino la razón por la que ha permanecido unida.

El Nuevo Orden Mundial (NOM) siempre ha buscado ilegalizar a la Iglesia, como filosofía incompatible con la democracia

Sin embargo, los criterios de Pablo Casado han sido lo que se dice “territoriales”. Él mismo lo ha explicado: los cargos con mayor visibilidad se los ha otorgado a una catalana (o diputada por Barcelona), a un vasco (senador con calzador por Segovia) y a la presidenta del Partido Popular en Navarra. De los tres la única que tiene una cosmovisión cristiana (no digo que sea muy pía, que eso es otra cosa), digo que defiende en público unos valores cristianos, es la navarra.

Y todo ello pendiente de “la centralidad”, no vaya a ser que le acusen de ultra.

Y quizás esto sea lo peor, por cuanto con su actitud, tan ‘modelna’, Casado está colaborando con esa tenebrosa e interesada tendencia de homologar cualquier convicción católica con la ultraderecha. Para la modernidad actual, es decir, para la progresía, ser católico es ser un ultra. El Nuevo Orden Mundial (NOM) siempre ha buscado ilegalizar a la Iglesia en nombre de los derechos humanos, como filosofía incompatible con la democracia. La ONU está en ello y el ambiente le es propicio.

Una vez más, el PP se ha vuelto centro-reformista. Es decir ya anda por el centro de la nada. Perdón, por el centro de la centralidad.