"Los hijos que no tuvisteis, las entrañas que destrozasteis". Palabras proféticas que vienen al pelo, a día de hoy. El siglo XXI es el siglo del aborto, de la matanza de inocentes e indefensos. Todo lo demás es secundario, pero no lo es el profundo reconcomio interior que paraliza a millones de mujeres -y de varones, tan culpables de egoísmo y homicidio como ellas- por haber asesinado a sus propios hijos en sus propias entrañas: el grito silencioso. Algunas veces sin darse cuenta, es decir, por aborto químico, no quirúrgico: sí, el grito silencioso por el que tendrá que responder la modernidad se llama aborto, en sus diversas formas. Pero hay otro homicidio, el del alma, del que también tendremos que responder los padres: "Los padres que no enseñan a sus hijos los principios cristianos y la vivencia de Dios son asesinos de sus hijos. Dejan empequeñecidas las antiguas culturas donde se sacrificaban a otros dioses, víctimas pequeñas e inmaculadas". Nos asustamos de lo que hacen nuestros adolescentes, a veces casi niños. A casi todos ellos les falta "la vivencia de Dios". Sin esa vivencia, estamos muertos. Eulogio López eulogio@hispanidad.com