La degeneración se apellida Fernández. Y es Fernández al cuadrado: presidente Alberto y vicepresidente Cristina. Argentina atraviesa uno de los peores momentos de sus historia con este descerebrado al frente. La deuda ha hundido al querido país hispano. Como en los peores tiempos, el Club de Paris le reclama más de 2.000 millones de euros mientras el Fondo Monetario Internacional le exige que refinancie ya -es decir, más plazo- algo más de 30.000 millones de euros.

Lo curioso del nuevo atasco de deuda argentino es que Alberto Fernández, un hombre progresista, pensaba que convencería al Nuevo Orden Mundial (NOM) para que le permitiera no pagar a cambio de mostrarse como un abortista de pro.

Sí, para muchos, y no andan desencaminados cuando atribuyen esta premisa al NOM, ser modernos consiste en fomentar el aborto, la muerte intencionada del más inocente y más indefenso de todos los seres humanos, el concebido y no nacido. El homicidio más cobarde, hoy, con mucho, el primer tipo de muerte violenta en todo el mundo a salvo en los escasos países que defienden la vida. En España, también.

En resumen, deuda y aborto: así funciona el NOM. Alberto Fernández pensó que si legalizaba el aborto le perdonarían la deuda o, al menos, serían más condescendiente con “uno de los nuestros”. ¡Pobre ingenuo! No, tú promociona el aborto y yo te seguiré exigiendo el pago con la precitada fórmula: te permitiré sobrevivir pero cada día me deberás más. Le llaman asfixia lenta.