
Thyssenkrupp pincha en bolsa este jueves (su cotización cae un 9%) al rebajar previsiones para el conjunto del ejercicio fiscal que cerrará el próximo septiembre. La decisión se ha tomado tras conocerse unos resultados de los nueve primeros meses (octubre a junio) que no han sido buenos, se ve que no le está saliendo bien apostar por el ‘esquema Villalonga’ -el mismo que en su día puso en marcha Juan Villalonga cuando presidía Telefónica, bajo el principio bastante infundado y anglosajón de que la suma de las partes vale más que el todo- y encima, teme los aranceles de EEUU, principalmente.
El grupo industrial que dirige el alemán de origen español Miguel Ángel López Borrego, quien antes estuvo al frente de Siemens y de su filial española, ha reducidos sus ingresos un 6% entre octubre y junio, hasta 24.560 millones de euros, por los descensos en la mayoría de los negocios. De esta cifra, el segmento de materiales ha aportado 8.640 millones (-6,3%); el negocio de acero en Europa, 7.270 millones (-10,5%); el negocio automotriz ha aportado 5.255 millones, un 7,8% menos debido al contexto de crisis mundial del sector; el área de descarbonización, 2.643 millones (-4,7%). Eso sí, el negocio de sistemas marinos ha elevado sus ingresos un 14%, a 1.601 millones. Además, ya acumula pedidos por valor de 30.705 millones, un 23% más que hace un año.
Por su parte, el resultado bruto de explotación (ebitda) se ha disparado un 37%, a 1.081 millones. El resultado neto de explotación (ebit) ha pasado de terreno negativo (-73 millones) a positivo, situándose en 239 millones; y el margen ebit ha crecido un 1,2%, del -0,3% al 1%. Y el resultado neto ha registrado unas pérdidas de 174 millones, lo que supone un 61% menos respecto a las de hace un año (-446 millones), pero números rojos al fin y al cabo.
Sólo en el tercer trimestre fiscal (abril a junio), las pérdidas netas aumentaron (de 54 millones a 278 millones) debido al impacto negativo de 135 millones por un efecto fiscal extraordinario relacionado con la preparación de la escisión del negocio de sistemas marinos, además de otras pérdidas por deterioro de unos 100 millones en el negocio de acero en Europa (Steel Europe) y gastos de reestructuración de 70 millones en Automotive Technology. “El último trimestre se caracterizó por una enorme incertidumbre macroeconómica”, ha explicado el CEO, Miguel Ángel López. “Estamos sufriendo con fuerza la debilidad del mercado en sectores clave para nuestros clientes, como la automoción, la ingeniería y la construcción”, ha añadido, por lo que han adoptado medidas de reducción de costes. Entre ellas, despidos... de hecho, la cifra de empleados ha descendido un 4% (3.905), pasando de 97.860 personas en septiembre de 2024 a 93.955 al cierre del pasado junio.
“Al mismo tiempo, estamos logrando grandes avances en nuestros aspectos estratégicos. Nuestro objetivo es que nuestro negocio naval salga a bolsa antes de que finalice este año”, ha destacado López, que también ha presumido de que con un nuevo convenio colectivo de reestructuración, Thyssenkrupp sienta las bases de un futuro exitoso para Steel Europe. La semana pasada, en una junta extraordinaria, los accionistas del grupo industrial alemán dieron el visto bueno a la separación del negocio de sistemas marinos. Recuerden que así podrá empezar con la escisión de una participación minoritaria en su división de construcción naval (Thyssenkrupp Marine Systems) y más adelante, la intención es crear una sociedad conjunta al 50% entre su división de acero (Thyssenkrupp Steel Europe) y EP Corporate Group (esta última es dueña del 20% de Steel Europe), y después, quieren separar los segmentos de Servicios de Materiales, Tecnología Automotriz y el negocio de Tecnologías de Descarbonización.
Claro que ante la enorme incertidumbre económica y la debilidad de la demanda en varios sectores clave, el grupo alemán ha decidido rebajar las previsiones del ejercicio y a optar por un enfoque más restrictivo para la planificación de las inversiones, y encima, se suma el temor a los aranceles, principalmente, los de EEUU. Además, su filial de hidrógeno, Nucera, que también está en números rojos, ha anunciado que abandona proyectos de hidrógeno verde en EEUU porque ya no los considera viables, según ha señalado su CEO, Werner Ponikwar, como informa Reuters. Por tanto, el grupo industrial alemán se une al repliegue que se está dando en el hidrógeno verde... antes de su despegue, como se ha podido ver cuando Repsol ha cancelado su planta en Puertollano y Acciona ha hablado de falta de competitividad de este vector tecnológico.
Por cierto, conviene recordar que en los últimos años Thyssenkrupp ya no es lo que era, sobre todo, desde que vendió su joya de la corona, su negocio de ascensores a varios fondos de inversión. Es cierto que el grupo nació en 1999 con la fusión de dos siderúrgicas (Thyssen y Krupp), pero los orígenes de su historia son más que centenarios. La primera arrancó en 1891 de manos de August Thyssen, quien empezó a producir acero y sus derivados, y después se fue diversificando: a principios del siglo XX, la familia se separó en dos ramas lideradas por sus hijos Fritz (quien se relacionó con Hitler y financió al partido nazi) y Heinrich, que emprendieron sus negocios por separado. Este último dio lugar a la rama Thyssen-Bornemisza al casarse con una baronesa y era el abuelo de Hans Heinrich von Thyssen-Bornemisza, más conocido en España como el barón Thyssen, empresario y coleccionista de arte, cuya quinta y última esposa fue Carmen Cervera (también conocida como Tita Cervera o la baronesa Thyssen), quien hoy ostenta una gran colección que exhibe en varios museos públicos en régimen de préstamo. La metalúrgica Thyssen (cuya familia fundadora era contraria al antisemitismo, pese a que Fritz financió al partido nazi) y más adelante se fusionó con Krupp, que nació como una fundición de acero en 1810 que construyó Friedrich Krupp, quien negoció que continuaría su hijo Alfred y sus descendientes... y esta familia también colaboró con Hitler.











