La frase de la directora de Recursos Humanos es tajante: “No hay nada que sustituya a las reuniones en persona”, afirmó Fiona Cicconi en un mensaje remitido esta semana a los empleados. Se acabó, pues, el teletrabajo, pero para que el cambio no sea tan brusco, de momento tendrán que acudir a las oficinas al menos tres días a la semana. Sólo se podrá teletrabajar en casos muy excepcionales.

Y cuidado con lo cumplir con la exigencia, porque la compañía les ha advertido que tendrá en cuenta la asistencia en las evaluaciones de rendimiento y que penalizará al que no esté en la oficina cuando le toque, salvo motivos justificados, naturalmente.

Sea como fuere, la vuelta a las oficinas de Google no será fácil, porque la compañía, dentro del plan de ajuste de costes, ha recortado algunos beneficios de la plantilla como, por ejemplo, la comida gratis, el futbolín o el uso de bicicletas para moverse por el recinto. Los empleados, además, y esto es muy importante, tendrán que compartir grapadora y no podrán renovar su portátil con tanta frecuencia como antes. Durísimo.

En definitiva, el teletrabajo fue muy útil durante el confinamiento -no quedaba más remedio-, pero merma la productividad y, peor todavía, acaba con la cultura empresarial, tan importante en las compañías. Por eso, las grandes corporaciones -también en España- están volviendo al trabajo presencial a pesar de la regulación aprobada por el Gobierno en septiembre de 2020.