Sede del BCE, en Fráncfort
El sector bancario europeo es, sin lugar a dudas, uno de los sectores más regulados del mundo, sino el que más. Una regulación que tuvo su nuevo amanecer tras la crisis financiera de 2008 y que desde 2019 ha aumentado de manera espectacular, tanto que ya supone el 50% del tiempo total de trabajo de los banqueros, según afirmó Gloria Ortiz, consejera delegada de Bankinter, durante su intervención el jueves en el 19 Encuentro de banca organizado por el IESE y FTI Consulting.
El problema, además, es que la regulación no termina nunca y sigue siendo el tema principal de los consejos de administración de las entidades españolas, “desafortunadamente”, tal y como reconoció José Antonio Álvarez, vicepresidente no ejecutivo del Santander, en ese mismo foro.
La voracidad regulatoria de las autoridades bancarias europeas no tiene límite y, lo que es más preocupante aún, se ha disparado en los últimos cinco años con la aprobación de unas 1.800 normas nuevas o, si lo prefieren, 1,3 diarias.
Como se pueden imaginar, este tsunami regulatorio sin precedentes requiere más personal de vigilancia. Tranquilos, ya está aquí: desde 2019 se han aprobado 7 nuevos reguladores, de un total de 25 existentes. No está nada mal y se puede afirmar aquello de ‘el sector bancario, con el empleo’.
El caso es que la regulación ahoga a los bancos y, por supuesto, al negocio bancario. Lo hace mucho más ineficiente, como afirmó el jueves Juan Carlos Escotet, en el foro antes citado. Cumplir con todas estas exigencias le supone a Abanca, aproximadamente el 28% del total de costes. El presidente de la entidad fue, de hecho, uno de los más críticos con la excesiva regulación que, encima, no tienen obligación de cumplir las Fintech que compiten con los bancos.
A todo esto sumen ustedes las crecientes exigencias de capital, ahora en forma de colchón anticíclico, que supone aumentar un 1% los requerimientos de capital, una medida que “no va a evitar que un banco caiga”, según la CEO de Bankinter. Y tiene toda la razón, porque un buen banco no es el que tiene muchos recursos propios, sino el que tiene poca morosidad. Y para eso no son necesarias muchas normas, sino una gestión adecuada de los riesgos.