El Banco Central Europeo lleva años intentando implantar su modelo de gobernanza en las entidades españolas que se concreta en un Chairman o presidente no ejecutivo y un consejero delegado con plenos poderes. Es el modelo que ha instaurado, por ejemplo, el Sabadell con la llegada de César González-Bueno como Ceo y la reconversión de Josep Oliu como presidente no ejecutivo. De momento les funciona.

Ana Botín no quiere ni oir hablar de ello y se ha negado a seguir las instrucciones que llegan desde Fráncfort, como hizo Francisco González en el BBVA hace cuatro años. Lo cierto es que el fichaje fallido de Andrea Orcel (2018) marcó un antes y un después en la presidenta del Santander. Como adelantó Hispanidad, la marcha atrás de Botín no se debió al bonus que pretendía cobrar el banquero de inversión -55 millones de euros-, sino al hecho de que era el instrumento de los fondos accionistas para controlar el banco y apartarla a ella de la primera línea ejecutiva. La voz de alarma la dio el tío de Ana Botín, Jaime Castellanos, al conocer que el italiano pretendía exigir al banco el fichaje de sus colaboradores más próximos.

El entorno de Botín también comenzó a sospechar al comprobar que tanto Orcel como el banco suizo UBS, de donde provenía el italiano, mantenían muy buenas relaciones con algunos de los fondos accionistas del Santander más agresivos a la hora de exigir enajenaciones y aumentos de dividendo o cotización. No estaba siendo un fichaje al uso y Botín lo suspendió. Por cierto, este miércoles se reanuda el juicio por la demanda que presentó Orcel, desde abril, Ceo de UniCredit, contra el Santander. El banquero reclama 76 millones de euros.

En este contexto, o mejor, con estos antecedentes, el Santander ha revisado en los últimos meses el proceso de selección y sucesión, tanto de los miembros del Consejo de Administración como de los primeros espadas del grupo, según Expansión. Atentos a la conclusión: los nombramientos de los consejeros y de los miembros del consejo asesor internacional deben estar orientados por la opinión de Ana Botín, y para el resto de altos directivos debe haber un consenso entre Botín y el Ceo, José Antonio Álvarez. En otras palabras, los nombramientos, a partir de ahora, dependerán de doña Ana. Y esto coincide con la salida de Roberto Di Bernardini como responsable de Talento del banco tras su fichaje por Danone.

Por cierto, los fondos también persiguen a Ignacio Sánchez Galán en Iberdrola. No les gusta que el salamantino, que ya ha cumplido 71 años de edad, ostente todo el poder en la eléctrica. De momento no han logrado nada.