Ana Botín fue nombrada presidenta del Banco Santander el 10 de septiembre de 2014, a las pocas horas del repentino fallecimiento de su padre, Emilio Botín. Cuando asumió el cargo, la entidad cotizaba a 7,25 euros la acción y su capitalización bursátil alcanzaba los 91.541 millones, con las cuentas sobre el capital diluido.

Mucho ha llovido desde entonces: ampliaciones de capital, restricciones del BCE al dividendo… y la operación estrella, la absorción del Popular por un euro. Pues bien, desde aquel 10 de septiembre hasta ayer, jueves 13 de octubre, el valor del banco se ha desplomado un 66%. La capitalización actual de la entidad es de 42.630 millones y las acciones cotizan a 2,5 euros por título.

Una caída más que considerable y muy superior al 30% que ha caído el Ibex durante el mismo periodo. Normal, por tanto, que los accionistas del Santander estén descontentos y lo muestren año tras año en la Junta General. Si la cosa no mejora, no se extrañen si en la asamblea de 2023 se intensifican las quejas.

Sea como fuere e independientemente de la cotización del barco, Ana Botín sigue acumulando cargos y el jueves fue nombrada, por unanimidad, presidenta del Instituto de Finanzas Internacionales (IIF), patronal mundial de la industria financiera, de la que es vocal desde 2014, y que agrupa a más de 400 entidades, entre bancos, aseguradoras y gestoras de fondos. Los españoles Carlos Torres (BBVA) y José Viñals (Standard Chartered) también forman parte del consejo de la organización.

“Me siento honrada de convertirme en presidenta del Instituto de Finanzas Internacionales” afirmó Botín durante el acto celebrado en Washington. El director ejecutivo del IIF, Tim Adams, habló así de doña Ana: “Estoy encantado de darle la bienvenida como nueva presidenta. Bajo su liderazgo, el Santander se ha convertido en uno de los líderes financieros del mundo”, señaló a través del comunicado de la organización.

Ana Botín

Seguro que a más de un accionista del banco le gustaría matizar estas palabras. Perder el 66% del valor bursátil es demasiado.