El Sabadell ha acordado este martes la venta de TSB al Santander por 3.100 millones de euros, lo que equivale a unas siete veces el valor en libros de la entidad británica. No está mal. El banco que presiden Ana Botín pasará de tener una cuota de mercado del 12%, frente al 10% actual, siempre y cuando las autoridades del país aprueben la operación, que lo harán.

El caso es que la venta de TSB no se cerrará hasta el primer trimestre de 2026 y para entonces ya sabremos si la OPA ha sido un éxito o un fracaso. En definitiva, el dividendo extraordinario, que tendrá que ser aprobado, junto a la venta de TSB, en la Junta extraordinaria convocada para el 6 de agosto, es una promesa que se ejecutará con el resultado final de la OPA encima de la mesa. Una cosa es el dividendo contable y otra bien distinta es el pago, en efectivo, de ese dividendo.

En cualquier caso, aunque triunfe la oferta del BBVA, recuerden que el Sabadell seguirá siendo independiente durante al menos tres años, prorrogables a cinco o, mejor dicho, será un protectorado del Gobierno, ya que necesitará su visto bueno para realizar operaciones de calado.

Y mientras Oliu lanza un órdago, Carlos Torres sigue adelante con la operación porque se juega su propio cargo. Efectivamente, a pesar de haberse impuesto al Consejo de Administración, el presidente del BBVA se encuentra en un callejón sin salida y lucha por evitar su cese.

Porque a partir de ahora el turno será de los accionistas del Sabadell y no está claro que vayan a acudir a la llamada. Para empezar, la bolsa ha sido inapelable y le ha dicho a Torres que mejore la oferta: el BBVA ha caído este martes un 1,5%, frente a un Sabadell prácticamente plano, como el Ibex.