La vicepresidenta del Gobierno Sánchez, Teresa Ribera, estaba exultante en la noche del martes 17. Bajo la presidencia europea de don Pedro, los ministros de Energía habían cerrado la reforma del sistema energético en toda Europa con la sola excepción del voto negativo de Hungría.

La verdad es que reformar, lo que se dice reformar, más bien poquito. Lo que ha ocurrido es que los europeos, atenazados por sus prejuicios verdes, no han hecho otra cosa que intentar frenar la volatilidad del precio de la luz porque eso de que cada mes pague algo distinto en la tarifa de la luz pone nervioso al personal votante.

Europa adopta la política de la avestruz: Como no influye en los precios del gas, crea un mercado eléctrico como si el gas no existiera. Nota general: se puede acabar con los hidrocarburos pero el petróleo sigue marcando la pauta en el mundo

Igual de nervioso, por cierto, le ponen las oscilaciones, mucho mayores, a la hora de llenar de gasolina el depósito del coche pero ya se sabe que los ecologistas se enfrentan a los problemas con la táctica del avestruz: lo que no les gusta, o no pueden solucionar lo ignoran y a correr.

En cualquier caso, la reforma aprobada a lo peor es la única posible en un continente atenazado por los prejuicios ecologistas, por el prejuicio verde Y ya se sabe que lo verde es caro y que ecología y carestía riman.

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Así, la clave de toda la reforma, que encima costará años poner en marcha, se llama 'contratos por diferencia'. Es decir, el generador de electricidad se asegura un precio dado al vendérselo al intermediario, que no es otra cosa que el Estado. Hablamos de un sector muy poco liberal. Se asegura una ganancia, sí, pero quede claro que si el precio evoluciona a la baja durante el tiempo del contrato tendrá, según fórmulas aún por decidir, que reducir ese precio.

Queda muy bien lo del contrato por diferencia pero es un berenjenal 'del carajo la vela', que diría un castizo. Esto acaba en el contencioso-administrativo, no lo duden.

Pero eso no es lo peor. Como aseguraban en rueda de prensa la comisaria de Energía europea, Kadri Simson (no confundir con la familia Simpson, de la localidad de Springfield) y la vice-española Teresa Ribera se trata de reducir la volatilidad en los precios de la energía pero no su carestía y ésta es más grave que aquélla.

Además, el triunfo de Teresa Ribera no ha sido completo: en los contratos por diferencia también entra su odiada energía nuclear, no sólo porque Francia ha vetado que toquen su energía nuclear sino porque los verdes, siempre tan apriorísticos, se empeñan en acabar con la energía atómica a través del BOE, y eso no es que sea ni bueno ni malo, es imposible. Necesitamos la energía nuclear por mucho tiempo, justo hasta que hayamos logrado destrozar todos nuestros países con huertitas solares.

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En resumen, se trata de una reforma ecológica. Es decir, que no se producirá más energía, que la energía seguirá siendo carísima, una reforma que incide sobre la variación de precios, no sobre los precios y que, encima, no va a solucionar el problema energético porque ignora el gas y, al fondo, el petróleo. El planeta a lo mejor está contento, los únicos tristes son los seres humanos que lo habitan.

Lo que no entiende Teresa Ribera: todas las energías, también las que emiten CO2, son necesarias. Se trata de producir más energía y de paliar los efectos contaminantes de algunas, no de suprimirlas o imponerles derechos de emisión

Europa, una vez más, ha adoptado la política del avestruz: como no puede influir en los precios del gas, crea un mercado eléctrico, como si el gas no existiera. Ahora bien, Europa no produce gas (se ha negado a producirlo por fractura hidráulica, otro prejuicio verde) pero el mercado energético, también el de la luz, depende del gas y del petróleo. Nota general: señora Ribera, usted puede bramar contra los hidrocarburos pero el petróleo sigue marcando la pauta en el mundo. A la avestruz que esconde la cabeza en el suelo se la acaban merendando.

Lo que no entiende España ni entiende Europa: todas las energías, también las que emiten CO2, son necesarias. Se trata de producir más energía, no menos, y de paliar, sí, los efectos contaminantes de algunas, no de suprimirlas o de imponerles derechos de emisión.