Cuántas historias entrañables estamos viendo en el seno del Gobierno Sánchez. La última, la de Teresa Ribera y su marido, Mariano Bacigalupo, que, tras ser cesado de la CNMC por Cani Fernández, fue recolocado como consejero en la CNMV de Rodrigo Buenaventura.

Estamos hablando de septiembre de 2022. Desde entonces, algunas apuestas apuntaban al marido de Ribera como sustituto de Buenaventura, que podría no renovar tras el caso Grifols y ante la probable marcha de la número dos, Montserrat Martínez Parera como subgobernadora del Banco de España.

Pues bien, ahora resulta que el Tribunal Supremo -esa ‘fachosfera’ con toga- ha admitido a trámite el recurso de casación de la asociación Hay Derecho, contra la decisión de la Audiencia Nacional de rechazar el recurso por su nombramiento, por falta de legitimación activa. Y es que para ser vocal de la CNMV se requiere una “reconocida competencia en materias relacionadas con el mercado de valores”, algo que no consta en el currículum del esposo de la vicepresidenta tercera del Gobierno.

En el hogar Ribera-Bacigalupo, sin embargo, están tranquilos porque saben que tienen una alternativa: la nueva Comisión Nacional de la Energía (CNE), resucitada por la propia Teresa y que depende del ministerio que dirige… Teresa. ¿No es entrañable?

La contrapartida a tanta agencia de colocación de parientes es la falta de independencia de los reguladores, pero ¿a quién le importa la imparcialidad de la CNMC, la CNMV y de la renovada CNE?

La independencia de los reguladores está sobrevalorada… piensan en Moncloa.