Elon Musk y Rafael del Pino tienen una cosa en común: han desafiado a los gobiernos de sus países... y han ganado
Al grano: SpaceX, la empresa de satélites y viajes al espacio, propiedad de Elon Musk, se ha convertido en imprescindible para la defensa del ejército ucraniano frente a los rusos. Kiev depende, no de un aliado como EEUU o la OTAN, sino de una empresa privada, en este caso SpaceX, y no es lo mismo. Lo comprobaron los propios mandos ucranianos cuando, en 2022, Musk cortó momentáneamente las comunicaciones y echó por tierra un ataque planeado contra la flota rusa en el Mar Negro, en Crimea.
Tras ese antecedente, Ucrania está presionando a la Casa Blanca para que evite que la historia se pueda repetir. Zelenski se juega mucho y no se fía de Musk, para quien en esta guerra no hay ni buenos ni malos. Veremos hasta qué punto Biden puede presionar al dueño de más de 4.000 satélites, la mayor flota del mundo, mayor incluso que la de todos los países juntos.
El caso de Ferrovial no es tan crítico, ni mucho menos, pero también es significativo. La empresa de Rafael del Pino, que lidera el consorcio formado por FCC y Comsa, ganará la adjudicación de las obras de soterramiento de la R2 y la construcción de la nueva estación en Montcada i Reixac, en Barcelona, según publica este martes Expansión.
Esto es muy bonito porque se trata de la mayor obra de la empresa pública Adif desde que Ferrovial mudó su sede a Amsterdam, desoyendo las críticas del gobierno Sánchez. Dicho de otra manera, Moncloa no pudo frenar la mudanza y ahora ve cómo una empresa pública le adjudica una obra muy significativa.
¿Los países pueden con las empresas? SpaceX y Ferrovial nos dicen que no.