António Horta-Osório incumplió las normas Covid, entre ellas, viajar antes de los 10 de días de aislamiento. Imperdonable
António Horta-Osório sólo tenía 23 años (1987) cuando comenzó a trabajar en la filial portuguesa de Citibank, del que muy pronto se convirtió en vicepresidente. Su precoz ascenso no pasó desapercibido en el sector y en 1991 se incorporó a la división de banca corporativa de Goldman Sachs, donde trabajó hasta 1993, lejos de su tierra natal, a caballo entre Nueva York y Londres.
La aparición de Emilio Botín en 1993 supuso un cambio importante en su trayectoria, ya que su fichaje por el Santander le permitió regresar a su país para convertirse en consejero delegado de la filial portuguesa de la entidad, constituida por él mismo.
Lo cierto es que Horta-Osório dejó huella en el Santander. Tras comenzar en Portugal se trasladó a Brasil -año 1997- para poner en marcha la filial de aquel país, de la que fue presidente y CEO. Pero fue a partir del año 2000 -él tenía sólo 36- cuando su vinculación con el Santander cobró una especial relevancia al ser nombrado vicepresidente ejecutivo del grupo y miembro del comité de dirección.
Después de 17 años en el banco, la confianza de Botín en Horta-Osório estaba fuera de toda duda a pesar de su carácter altivo y su falta de empatía. Allá por donde iba la armaba gorda. Daba lo mismo porque los resultados le avalaban: en noviembre de 2004 se incorporó a Abbey National, el sexto banco británico que el Santander acababa de adquirir y que dos años después pasó a ser Santander UK.
La relación entre Horta-Osório y el Santander finalizó en 2011 y no de muy buena manera, porque cuando fichó por el Lloyds, el portugués se llevó con él a más empleados de lo que dictan las normas no escritas de cortesía profesional. El cabreo en el Santander fue considerable, como es lógico, después de 21 años en la casa.
Horta-Osório se marchó mal del Santander y no ha dejado buen sabor de boca en el Lloyds, entidad que deja por sorpresa y de manera diferida -seguirá hasta junio de 2021- en un momento de máxima incertidumbre y con la cuenta de resultados por los suelos. Ahora bien, pocos meses después de anunciar su renuncia, el portugués vuelve a lo más alto con su fichaje como presidente de Credit Suisse. Lo más probable, sin embargo, es que su paso por el banco suizo no tenga la misma repercusión. Para empezar, nadie espera que pise su despacho de Zúrich más de dos o tres días a la semana.
Sea como fuere, el fichaje de Horta-Osório pone de manifiesto la falta de cantera en la banca europea para ocupar los cargos más relevantes. Y si hace años había una clara distinción entre directivos de banca de inversión y banca doméstica -la buena-, desde la fusión entre JP Morgan y Chase Manhattan Bank en el año 2000, la diferencia entre ambas 'castas' de banqueros se ha ido reduciendo hasta prácticamente desaparecer. Un ejemplo cercano lo tenemos en el fichaje fallido de Andrea Orcel, banquero de inversión (UBS, HSBC) por el Santander, uno de los bancos domésticos más grandes del mundo. Y en esa simbiosis tiene las de perder la banca doméstica.