El acuerdo era importante para Víctor Grifols Roura, presidente no ejecutivo, y para los dos CEO, Raimon Grifols Roura y Víctor Grifols Deu, porque la deuda financiera neta de su empresa cerró 2020 en 5.714 millones de euros, sin incluir el impacto de la normativa IFRS16 (733 millones). El ratio de endeudamiento sobre Ebitda alcanzó las 4,5 veces, demasiado para el laboratorio catalán.

Los bonistas y los bancos de inversores institucionales así lo han entendido: el acuerdo ha tenido el respaldo del 87,9% de los bonistas de sus bonos garantizados, del 81% de los bonistas titulares y del 93,8% de los bancos e inversores institucionales (fondos), incluido el Banco Europeo de Inversiones (BEI) y los prestamistas bajo el Crédito Sindicado, según la información difundida este lunes por el laboratorio.

Una vez cerrado el acuerdo, pendiente del visto bueno de las autoridades de EE.UU. el fondo GIC tendrá, directa e indirectamente, el 23,8% del capital social de Biomat, filial norteamericana cien por cien de Grifols que gestiona 296 centros de plasma en EE.UU.

“El elevado porcentaje de consentimientos obtenidos pone de manifiesto el alto grado de confianza de los principales tenedores de bonos y deuda en nuestro modelo de negocio”, ha afirmado el director financiero del grupo, Alfredo Arroyo.

Pero, ¿es confianza o resignación? Resulta curioso que un acuerdo tan positivo no reciba el respaldo de los accionistas, que este lunes han decidido vender sus títulos, de tal manera que la cotización de Grifols, cuando faltan tres horas para el cierre de la sesión, baja más de un 1,3% frente a un Ibex que pierde un 0,7%.