Estados Unidos innova, China copia y Europa regula. El papel del Viejo Continente en la era digital ha quedado reducido a la nada más absoluta. Las grandes compañías tecnológicas, o son norteamericanas o son asiáticas que, eso sí, consideran Europa y sus 450 millones de habitantes, como uno de sus mercados clave.
Pues bien, la Comisión Europea ha abierto este martes una investigación a Google por presuntamente utilizar sin permiso noticias de los medios de comunicación y contenido de creadores de YouTube para entrenar a su inteligencia artificial generativa.
Estos chicos de Bruselas son muy perspicaces porque Google lleva ya unos meses publicando un resumen de las búsquedas elaborado con su IA, un texto que ha provocado una caída brutal de la audiencia de los medios de comunicación. Y adivinen de dónde saca el buscador la información. No en vano, en septiembre, el editor de la revista Rolling Stone demandó al buscador en EEUU por esto mismo.
En la sede de la compañía, en California, deben estar temblando después de conocer la investigación de Bruselas, mucho más dura con Elon Musk y su X que con Google, a pesar del daño irreparable que ha hecho esta última, no sólo a la prensa, sino a la mismísima libertad de expresión. ¿Será porque Musk no es progre y critica la ideología trans, por ejemplo, y Sundar Pichai sí lo es? Caliente, caliente…

Hablando del dueño de X, este martes, el portavoz de política digital de la Comisión Europea, Thomas Regnier, negó que la multa impuesta el pasado viernes a la red social fuera una cuestión personal. “No multamos a individuos. Esto no tiene sentido”, afirmó. ¿Seguro? Recuerden que cuando era Twitter y el mandamás era Jack Dorsey, Europa ni siquiera le llamó la atención por eliminar la cuenta de Donald Trump mientras mantenía la del portavoz de los talibanes, Zabihullah Mujahid.
El problema de Europa es que no tiene agallas para adoptar el modelo chino que consiste en algo tan simple como ponerle a Google unos límites claros y contundentes: si no cumples nuestras exigencias te expulsamos del continente. Claro que, para poder hacer eso, hay que favorecer la creación de un ‘google’ europeo.
Pero la especialidad de Bruselas no es la innovación, sino la burocracia.












