El acuerdo entre el presidente norteamericano y el jefe del partido Republicano del Congreso, alcanzado este fin de semana, tendrá que ser aprobado el miércoles en el Congreso, algo que sucederá casi con total probabilidad. No es la primera vez que EEUU bordea el impago y no es la primera vez que lo evita en el último momento.

Ese es el problema: que al final, el Gobierno derrochador siempre se sale con la suya y la deuda pública crece y crece sin remedio, con lo que aumenta cada vez más el riesgo de impago. Es como si una familia se endeudara cada vez más para pagar deudas anteriores. Llegaría un día en el que no tendría cómo devolver la deuda, ni nadie dispuesto a dejarle dinero.

La solución se la dio el republicano Kevin McCarthy a Joe Biden hace tan solo unos días: gastar menos. Porque el problema no es que los ingresos sean insuficientes, sino que el gasto es excesivo. Claro que de poco sirve la advertencia si acto seguido firmas ampliar el techo de gasto.

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No habrá, por tanto, default de EEUU, al menos en el corto plazo, porque en el largo nadie lo sabe. Y ese es el otro problema: si la bola sigue creciendo -y de momento no para de hacerlo- llegará un día en que sea imposible devolver la deuda y la primera potencia del planeta se declare insolvente.

Gobernantes del mundo, repitan conmigo: hay que reducir el gasto público.