Credit Suisse atraviesa una crisis profunda de la que le va a costar salir, porque además de resultados, es una crisis de credibilidad tras diversos escándalos destapados en los útlimos años. De momento, en julio le costó el puesto al CEO Thomas Gottsein, que solo llevaba dos años en el cargo, y que fue sustituido por Ulrich Körner, exUBS.

Pues bien, los primeros resultados de Körner, publicados este jueves, son un desastre (5.930 millones de euros de pérdidas) y lejos de calmar a los inversores, los ha ahuyentado todavía más y la cotización de la entidad cae más de 12% esta mañana. En lo que va de año, el valor bursátil de Credit Suisse ha caído un 54%.

Lo cierto es que la crisis de la entidad se agudizó tras la publicación de los resultados semestrales en julio y llegó a un punto álgido en octubre, tras la salida masiva de depósitos, según reconoció la propia entidad. Conviene recordar que, junto a la banca de inversión, el negocio principal del banco es la gestión de patrimonios, para el que resulta imprescindible contar con la confianza de los clientes.

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La entidad necesita una profunda reestructuración y reducirá la plantilla un 17,3% en los próximos tres años, esto es, pasará de los 52.000 empleados actuales a 43.000, 9.000 trabajadores menos en solo tres años, con lo que la espera reducir los costes un 15%, hasta los 2.513 millones de euros.

La guinda fue el anuncio de una ampliación de capital de 4.000 millones de euros, atención, no para crecer sino para salir del atolladero. Si todo sale según lo previsto, la travesía durará, al menos dos años. “El nuevo Credit Suisse será definitivamente rentable a partir de 2024”, afirmó Körner, que ya cuenta con un importante aliado: el Saudi National Bank, que se comprometió a acudir a la ampliación con 1.510 millones de euros. Será uno de los accionistas de referencia, con casi el 10% del capital de la entidad.