La mejora de la OPA el lunes 22 supuso un golpe de efecto de Carlos Torres. La prima, en terreno negativo durante meses, volvió a ser positiva, aunque no lo suficiente como para provocar el canje masivo de títulos del Sabadell por los del BBVA.
La euforia en La Vela, sin embargo, ha sido breve. El arreón bursátil apenas ha durado 24 horas y ya van dos días consecutivos en los que la cotización del BBVA ha bajado más -o subido menos- que la del Sabadell, de tal manera que acudir al canje apenas ofrece ninguna ventaja. Incluso puede ser gravoso si, como pronostican los analistas, el BBVA no alcanza el umbral mínimo del 50,01% de aceptación.
Desde el viernes 19, víspera de la subida de la oferta, la cotización del banco vasco ha bajado un 1,3%, frente al 0,5% que ha bajado la del Sabadell. Al parecer, al mercado no le ha convencido la subida del 10% anunciada el lunes y aprobada este jueves -se ha dado prisa- por la CNMV. El periodo de aceptación finalizará el viernes 10 de octubre, incluido.
Todo apunta a que la OPA no saldrá adelante, aunque el presidente del BBVA se ha guardado en la manga la posibilidad de rebajar el umbral mínimo de aceptación hasta el 30%, a pesar de afirmar una y otra vez que no lo hará. También negó una mejora de la oferta.
Una cosa es indudable: el hipotético fracaso de la OPA tendría consecuencias para Torres, y no precisamente positivas. Es la gran mentira en la que han insistido tanto el presidente como el CEO del banco, Onur Genç: que no pasa nada si la operación fracasa. Es más, no sería un fracaso. Sólo les faltó decir que organizarían una fiesta para celebrarlo. Alguna consecuencia tendrá que tener el presentar tres OPAs y fracasar en las tres ocasiones.
A todo esto, no conviene perder de vista que el caso Villarejo sigue vivo y que el banco está imputado como persona jurídica. Si finalmente pasa a juicio oral, Torres, y por qué no, todo el Consejo, podrían tener que desfilar ante el juez como máximos responsables de la entidad imputada.











