Decíamos ayer que la banca española está a tiro de OPA y es cierto. No sólo eso, se cumple en el sector aquello de ‘imagínate lo peor y te quedarás corto’. Ni el más pesimista podía imaginarse hace tan solo un mes que 2020 iba a comenzar de la manera en que lo ha hecho, con el coronavirus como protagonista principal. No es ninguna broma y a la caída del 4% del Ibex de la última semana se une el desplome de la anterior, que llegó al 12%. En menos de tres semanas, el selectivo español ha pasado de rozar los 10.100 puntos a luchar por mantener los 8.375. Traducido: ha perdido unos 90.000 millones de euros.

La situación es preocupante, entre otras razones porque nadie ve el final del túnel, salvo Donald Trump, que predijo hace unos días que la crisis del Covid-19 finalizará en abril. Por algo lo diría el presidente norteamericano. Mientras tanto, la Reserva Federal decidió bajar por sorpresa los tipos de interés (-0,5%), una decisión que pone al BCE contra las cuerdas porque Christine Lagarde no tiene tanto margen de maniobra como la FED.

En menos de tres semanas, el selectivo español ha perdido unos 90.000 millones de euros

Los bancos viven de los créditos y de las comisiones, tradicionalmente más gracias a los primeros que a las segundas. Los tipos negativos, sin embargo, han obligado a las entidades españolas a darle la vuelta a la situación, de tal manera que los créditos pierden peso frente a las comisiones. Comisiones que proceden, principalmente, de la gestión de activos fuera de balance, por ejemplo, de fondos de inversión.

¿Qué está ocurriendo? Los tipos negativos permanentes del BCE han acabado con la renta fija y el coronavirus está acabando con la renta variable. Es la tormenta perfecta para una economía tan financista como la española. EEUU, además de tener más margen para bajar los tipos de interés, tiene una economía más dependiente de la industria.

El año se presenta muy sombrío para la banca española, cuya única alternativa real parece ser reducir costes, es decir, la plantilla. Pero cuidado, porque a pesar de la digitalización, eso también tiene un límite.