Ahora que me voy del convento me orino dentro. Nadia Calviño, como presidencia de turno del Ecofin, consejo de ministros de la Unión Europea, menos glamuroso que el Eurogrupo pero más importante, tras su última reunión del semestre español europeo, celebrada en la tarde del jueves, se vanagloriaba de haber cerrado "con broche de oro" el semestre de Presidencia Europeo. El acuerdo va por aquí y, a lo mejor, nada más leer el comunicado de Moncloa se comprueba que el acuerdo ni llega a oro, ni se queda en plata: más bien hoja de lata.

Aquí hay mucha cara: porque Moncloa se ha dedicado a boicotear durante dos años (les recuerdo que vamos a cumplir cuatro años desde el estallido de la pandemia), la vuelta a las reglas fiscales de la Unión Europea, que afecta a dos cuestiones centrales: al déficit fiscal y a la deuda pública.

¿Y por qué doña Nadia quería paralizar este acuerdo? Pues porque su demagógica política económica ha creado una economía española subvencionada, financiada con una deuda pública espantosa, que nadie sabe cómo reducir. Si se volviera a las reglas fiscales serias de control del déficit, el voto cautivo del PSOE se vería en claro peligro.   

El proyecto europeo se devalúa: ya no busca lo lógico, la ausencia total de déficit fiscal, madre de todos los problemas, sino volver al 3%, que ya se planteó en Maastricht, en 1992... y pasito a pasito. La UE lleva más de 30 años crioconservada

Pero ahora que me voy del convento... Calviño abandona el Ejecutivo para marcharse al BCE, donde cobrará cinco veces más, y el que venga detrás que arree. Ahora, doña Nadia ya no repartirá subvenciones, repartirá créditos con fondos públicos, que es algo muy apreciado. Esta gallega jamás ha competido en el mercado. Ella es, ante todo, una funcionaria: trabajo fijo a costa de sueldo modesto. A partir de ahora seguirá siendo funcionaria pero de un organismo paralelo, público pero con funciones de mercado con regla de sector público. Es decir que Calviño cobrará como un banquero privado (cerca de 400.000 euros) pero seguirá de funcionaria, sin competir más que en halagos a alemanes y franceses, que son quienes aportan mayor presupuesto.

Y ahora sí, le deja a su sucesor la lidia más peligrosa: reducir el gasto público, que de eso se trata. Porque, claro, para mantener controlados el déficit público y su hija bastarda, la deuda pública, puedes hacer dos cosas: elevar los impuestos (ingresos) o reducir los gastos. Lo primero es justo lo que ha hecho el Sanchismo durante cinco años y medio. Es lo que ha asfixiado a la economía española y a los elementos más productivos de la misma. Lo segundo es lo que hay que hacer y que no ha hecho Calviño porque resulta impopular: reducir el gasto público.

Pues bien, el acuerdo europeo -Europa está degenerada pero todavía no es idiota- es decirle a los países con déficit y deuda excesivos, caso de España, que lo que tiene que hacer es reducir el gasto. Ahora bien, lo hace de forma tan miedosa, tan modesta, tan frágil, con un calendario progresivo de reducción del déficit que apenas reducirá ese tumor cancerígeno que es el Estado del Bienestar.

Con su rostro más pétreo, Nadia Calviño, se vuelve a Europa para cobrar cinco veces más, mientras fuerza a España a un ajuste duro, acentuado por su demagógica política económica. Según ella, es "el broche de oro" de la Presidencia española de la UE. ¡Toma ya!

Y aunque los españoles tendremos que esforzarnos, porque estamos al final de la clasificación, el acuerdo fiscal del jueves no bastará para salir de la crisis permanente, económica y social, de la 'vieja' Europa, antaño rectora del mundo.

Dicho de otra manera, las reglas fiscales aprobadas en la tarde del miércoles demuestran que Europa no se atreve a ser libre, a volver a ser libre.

Se trata, por resumir y a la espera del conjunto de la letra pequeña, de un acuerdo de mínimos, timorato en la clave -el recorte del gasto público- y que no aborda los tumores de la economía europea: envejecimiento de la población, baja natalidad y un Estado del Bienestar imposible de pagar. Pero váyanle ustedes a decir a un político que anuncie un retraso drástico de la edad de jubilación o el fin de una medicina mecanizada, tan cara como ineficaz, o de una educación para el discente y no para la creación de puestos de trabajo de docentes, o unas subvenciones públicas reducidas al mínimo, que la mejor subvención es la que no existe,... y verán qué les responde.

En definitiva, el proyecto europeo se devalúa: ya no busca lo lógico, la ausencia total de déficit fiscal, madre de todos los problemas, sino volver al 3% (sólo lo que supere esa porcentaje pasará a ser considerado déficit excesivo), que ya se planteó en Maastricht, en 1992... y pasito a pasito. La UE lleva más de 30 años congelada y no está claro que el cuerpo en crioconservación pueda reanimarse a corto plazo. Acuerdo de mínimos pero que, dado el derroche sanchista, su cumplimiento puede acarrearle a España muchos sacrificios.

Pero Calviño se marcha a Europa asegurando que ha logrado el milagro económico español. Y sin despeinarse. Hay que tener cara...