Decíamos ayer… que la histeria se había enseñoreado, tanto de los gobiernos autonómicos como del periodismo. Sigue el miedo y el miedo dificulta el pensamiento. Ahí tenemos a editores y presidentes regionales exigiendo al Gobierno ‘más cadenas’.

Cuatro comunidades, de ellas tres regidas por el Partido Popular (Andalucía, Castilla-León y Murcia) suplican a Sánchez que les confine. Sí, hablamos de repetir el arresto domiciliario de marzo que algunos sospechamos dejará marcadas a dos generaciones: a los padres más que a los hijos. Un confinamiento que, encima, ha resultado un fracaso.

Lo curioso es que el confinamiento domiciliario fracasó frente al Covid: más liberticidio no significa menos contagios

Pues bien, los gobiernos de la derecha, aún más miedosos ante el virus que los de la izquierda, compiten en el liberticidio de prohibirlo todo. Ningún régimen totalitario se habría atrevido a tanto, pero el pánico a morir por Covid convierte a los ciudadanos en plastilina en manos del poder.

Y lo mas cáustico es que el confinamiento domiciliario, que destrozó el animo de los españoles resultó un fracaso rotundo. Los países con medidas más restrictivas de la libertad de movimientos, de la libertad de reunión y de la libertad de culto, como Italia y España, se colocaron a la cabeza del listado de víctimas.

En la segunda oleada, el país más duro de Europa, Alemania, bate récord de muertos. Insistimos, más restricciones no significa nuevos contagios. El arresto domiciliario destrozó a la sociedad española, a la economía española… pero no destrozó al virus. Ese no es el camino pero el miedo bloquea a la razón.

Del confinamiento de marzo no salimos más fuertes sino más tristes, más indolentes, más serviles y con menos confianza en Dios

Del confinamiento de marzo no salimos más fuertes sino más tristes, más indolentes, más serviles y con menos confianza en Dios. Y esto en un pueblo como el español, forjado en la fe cristiana, es más importante de lo que pueda parecer. Y sí: sé que la confianza de un pueblo en Dios es difícil de medir, pero no de sentir y hasta de respirar.

En este ambiente de histeria generalizada, la nota de color la pone, cómo no, Pablo Iglesias Turrión. Podemos vive al margen del coronavirus, como si no fuera con él. Huele -y los neocomunistas tienen muy buen olfato para el poder- que tienen poco que ganar y mucho que perder. Ellos sólo entran en el desvelo por los vulnerables, porque eso es gratis y siempre lo pagan con el dinero de los demás.

En el entretanto, Iglesias utiliza a su secretaria de Estado, Ione Belarra, para humillar a la ministra Margarita Robles. Belarra relacionó a Robles con la ultraderecha y, tras ser respondida por ésta con la ironía de identificar a una tal Belarra como secretaria de Estado del vicepresidente podemita, o sea despreciarla, ahora Belarra le tiende la mano a Robles para trabajar juntas por el salario mínimo… como es sabido un cometido básico de una ministra de Defensa.

Podemos vive al margen del coronavirus: Iglesias utiliza a la secretaria de Estado, Ione Belarra, para humillar a Robles

Esta utilización de las mujeres como perros de presa para insultar a otras mujeres es muy propia de los ‘feministos’. Iglesias lleva mucho tiempo utilizando a las mujeres para arremeter contra enemigos y enemigas del caballero. El servilismo de Belarra -una chica que sólo ha trabajado en política- evita a Iglesias entrar en duelo directo con Margarita Robles, muy capaz de responder al lucero del alba. Por de pronto, ya le ha recordado a Belarra que es la secretaria de Estado del vicepresidente y que si Iglesias quiere insultarla, que lo haga directamente. Porque lo que ha ocurrido no es más que achuchar a una secretaria de Estado contra una ministra para que todo un vicepresidente no se ensucie las manos. Vamos, la actitud propia de un caballero como don Pablo.

La titular de Defensa tiene una ventaja sobre él: a Robles no le importa abandonar el Gobierno: Iglesias matará antes de levantarse de su soñado sillón actual.