Hoy es Colombia, ayer fue Chile. En medio, el movimiento subversivo Black Lives Matter (BLM), en USA, con el apoyo entusiasta del presidente, Joe Biden.

En Bogotá, las protestas eran contra la reforma fiscal del presidente Iván Duque. En Chile eran contra la subida del transporte público en la capital, aunque hoy en día ya se nos haya olvidado de qué estamos hablando.

Pero hay dos cuestiones que merece la pena reseñar, en esta nueva era de revolución social, tan distinta a la que estábamos acostumbrados. Sintomático: Naciones Unidas apoya las protestas en Colombia. 

Colombia empieza a parecerse a Chile: se empieza protestando por la subida del autobús y se acaba pidiendo el fin de la violencia policial… de forma un tanto violenta. En medio, se profanan iglesias

La nuevas revoluciones no tienen su origen en el comunismo, aunque este colabore, sino en el Nuevo Orden Mundial. Y así, la ONU apoya las protestas en Colombia y se queja de los excesos policiales, mientras en Estados Unidos, Joe Biden y Kamala Harris aplauden la condena a cadena perpetua del policía que provocó la muerte de George Floyd y una oleada de protestas violentas y de impunidad en Norteamérica.   

Colombia empieza a parecerse a Chile: se empieza protestando por impuestos y se acaba pidiendo el fin de la violencia policial… de forma un tanto violenta.

Se trata, además, de una violencia con pintas de organización previa. Son profesionales de los disturbios. En Colombia, hasta ahora, no se puede demostrar: en Chile sí se ha demostrado que los dirigentes procedían de otras latitudes y estaban bien adiestrados en técnicas de guerrilla urbana.

Los nuevos procesos revolucionarios no tienen su origen en el comunismo, aunque este colabore, sino en el Nuevo Orden Mundial que es, por definición, global, no nacional

Y luego, también en Chile, está el cariz que tomaron las protestas. Insisto: se empezó con una protesta contra la subida del transporte urbano y se acabó profanando iglesias. ¿Deciden los curas el precio del autobús? No, lo que ocurre es que el precio del autobús era una excusa para derribar el poder y establecer en él un poder revolucionario. Como decía Antonio Cánovas del Castillo: un hombre de bien sólo participa en una revolución política a lo largo de toda su vida. Cuando se da cuenta de en qué consiste ya no participa en ninguna más.

Esta es una nueva era de revoluciones teledirigida. No es que el Nuevo Orden Mundial Mundial (NOM) sea comunista. Más bien tira a capitalista y, en cualquier caso, se vuelve a demostrar que socialismo y capitalismo son una misma cosa: la lucha de lo grande frente a lo pequeño y ambos en busca de la concentración del poder. La diferencia del NOM con sus antecesores de izquierdas o de derechas es que la concentración que ahora se busca, en tiempos de globalización, es la concentración mundial del poder. Por decirlo así, con un Gobierno global, todos nos la jugamos a una sola carta.

Las revoluciones NOM, ahora en Colombia, necesitan, como los antiguos partidos comunistas, del caldo de cultivo del cabreo social para imponer sus recetas salvadoras de ley y orden, su tiranía

Más: las revoluciones NOM, ahora en Colombia, necesitan, como los antiguos partidos comunistas, del caldo de cultivo del cabreo social para imponer sus recetas salvadoras de ley y orden, su tiranía. En este caso, tiranía global NOM que, no lo olvidemos, siempre resulta radicalmente cristófobo. Para protestar contra la subida del precio del billete de metro me dedico a profanar los sagrarios. Curioso.

Y si los presidentes no ceden y sacan a la policía a la calle te sacan a la palestra movimientos ‘antifascistas’, ya perfectamente organizados en todo Occidente, como el de la parlanchina colombiana del presente vídeo.

Por cierto, para que vean que la mancha de aceite se extiende, Lenin Moreno señala a Venezuela como responsable de agitar la violencia en Colombia.