No vivimos en la era de las conspiraciones, sino en el de los consensos, que son mucho más peligrosos. El proyecto para derribar la Monarquía borbónica y convertir España en una república ha encontrado su consenso en un escándalo no previsto, el de su Alteza Serenísima, Corinna zu Sayn-Wittgenstein y el excomisario José Villarejo. Estamos ante una mezcla de chantaje, venganza, avaricia, afán de lucro y vedetismo. Todo ello 

Entre un expolicía condenado, una cortesana (no piensen mal, mujer de corte), dos periódicos con ganas de merecer, que ponen en circulación unas grabaciones telefónicas bajo guión previo y presentadas como si fueran enteramente espontáneas.

El follón montado, en el que ha colaborado, cómo no, La Sexta, ha disparado el proyecto III República. Porque la izquierda española tiene hoy un proyecto que lo engloba todo, especialmente su cristofobia: unir los hombres de Juan Carlos I, que aún representa la imagen de la monarquía española, y el de Francisco Franco. Ya saben el rey franquista.

Concretando: Franco, fuera del Valle de los Caídos, aunque sea sacando sus restos con nocturnidad y sin respaldo jurídico, en una cálida noche de agosto, y el Rey Juan Carlos I, fuera de la Casa Real y de la Real Familia. ¡Qué mejor modo de unir al dictador con el Rey Franquista! Además, la Familia Real quedaría reducida a SM Felipe VI, la reina Letizia, SAR La Princesa de Asturias, doña Leonor y SAR su hermana Doña Sofía. Cuatro personas, no más, y ninguna con la experiencia y los apoyos del marginado Rey Juan Carlos y, una vez muerto a efectos públicos, el personaje de la Real Familia más querido por todos los españoles: la reina Sofía.

No es una conspiración: es un consenso de intereses: chantaje, venganza, avaricia y vedetismo

En ese Frente pro III República, figuran Izquierda Unida-Podemos, los separatistas catalanes y vascos. Sí, también vascos. Quien no vea que ya se ha iniciado el segundo procés separatista, en Euskadi, es porque está ciego.

Pero lo más peligroso no se ha dicho todavía. Lo más peligroso es que Pedro Sánchez se ha unido al proyecto III República. Una vez más, el presidente más insensato de toda la etapa democrática (no se engañen: ZP era tan peligroso como Sánchez, pero mucho más consciente de las consecuencias de sus actos) está dispuesto a fomentar la idea. El actual presidente del Gobierno piensa que el proyecto III República le beneficia. Y ojo, porque Podemos empieza a cansarse de perder votos a cambio de nada. En breve empezará a exigir al PSOE, y Sánchez cederá. En su momento, don Pedro estuvo a punto de ceder el Frente popular con los separatistas catalanes. Ahora, seguirá cediendo.

Naturalmente, lo que late al fondo del proyecto III República no es la obsesión antiespañola que, a pesar del escaso prestigio del Rey Felipe VI, considera a la monarquía factor fundamental que sostiene la unidad de España, sino algo más: la cristofobia latente, y explícita, de buena parte de la clase dirigente española. Como me dijo un empresario catalán, no separatista: “Desengáñate, el cristianismo es algo español, ajeno a Cataluña”.

En cualquier caso, con Juan Carlos I fuera de la Casa Real y Franco fuera del Valle de los Caídos, el proyecto III República pude ponerse en marcha. La venganza de un excomisario, la avaricia de una cortesana (de la Corte) y el vedetismo de dos periodistas lo han hecho posible.