Nada más enterarse del acuerdo para derogar íntegramente la reforma laboral de 2012, Nadia Calviño se plantó ante el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. La ministra de Economía no llegó a presentar su dimisión, ni siquiera amenazó con ello, sino que hizo algo mucho peor: advirtió a Sánchez de la huida de España de grandes grupos industriales, principalmente automovilísticos y químicos.

Efectivamente, los grandes fabricantes con plantas en nuestro país (Volkswagen, Nissan o PSA), sólo temen una cosa: que el mercado laboral se vuelva tan rígido como antes de la crisis de 2008. En otras palabras, que resulte tan caro despedir que no merezca la pena contratar. Esa es la línea roja que los grandes grupos industriales, que llevan años implantados en España, no están dispuestos a traspasar.

Calviño se lo expuso a Sánchez con toda crudeza. Si se deroga íntegramente la reforma laboral, los fabricantes de coches y las grandes multinacionales químicas, entre otros, harán las maletas y trasladarán sus fábricas a otros países de la UE.

Y luego está Bruselas, con la que Calviño negocia la salida de la crisis, y que no está dispuesta a pactar con España si retrocede al mercado laboral previo a la crisis de 2008. Así se lo dijo la vicepresidenta a Sánchez. Ya veremos qué hace el presidente, porque el papel sigue firmado.