Ni los medios públicos lograron ayer lunes contener el ridículo de Pedro Sánchez en la Cumbre de la OTAN. El somnoliento Joe, el presidente que lleva a los Estados Unidos al precipicio, el peor presidente en décadas, se permitió despreciarle en público. Moncloa lleva todo una semana calentando de modo estúpido la Cumbre Biden-Sánchez, que, al final, duró 80 segundos y, para mayor ridi, don Pedro se empeñó en un patética defensa de su profunda negociación con el americano. Así, nos explicó que, en poco más de un minuto, hablaron de renovar y fortalecer el acuerdo bilateral de Defensa España-Estados Unidos, la crisis económica en el área hispanoamericana, la inmigración y el muy progresista programa Biden-Kamala, una copia, naturalmente de la política española.

Curioso: la única salida que le queda ahora a Sánchez es una alianza con el PP, tibio y triste, de Pablo Casado. Nadie le respetará en Europa en compañía de los separatistas catalanes y los exterroristas vascos

Como le dijo el primer periodista que tomó la palabra en la rueda de prensa posterior, con Biden, sino con el secretario general de la OTAN: ¿España no se merecía más de 80 segundos?

Hablamos del Gobierno europeo que más se implicó en la derrota de Donald Trump, algo que Biden no le había pedido, entre otra cosas porque Biden es un wasp, racista con todo lo hispano (hispano, no latino, ¿te enteras Pedro?), un católico progre -o sea, un auténtico cretino- para quien todo lo que huela España huele a cirio, huele mal, un irlandés ignorante que desconoce la historia de Irlanda, de España… y de Estados Unidos. Precisamente España, la creadora de los Estados Unidos, es despreciable para el presidente de los Estados Unidos. El somnoliento Joe no da para más.

Total, que Sánchez hizo el ridículo una vez más, y descubrió que Roma no paga traidores.

Aunque eso no quita que Joe Biden sea un maleducado: España debe plantarse, también ante Washington, pero, sobre todo, debe recuperar su honor perdido… en Ceuta y Melilla.

Y por supuesto que hay formas de plantar cara a Estados Unidos, precisamente en una Cumbre de la OTAN. Por ejemplo, en lugar de robustecer ningún acuerdo de defensa con USA, plantear a Biden que, o deja de apoyar al tirano rey de Marruecos, Mohamed VI, o Estados Unidos debe abandonar sus bases norteamericanas en nuestro país.

La diferencia entre Biden y Sánchez es sencilla: el uno es un católico que, con tal de alcanzar el poder, abraza todos los tópicos progres. Sánchez realmente se cree todos esos tópicos: ideología de género, ecopanteísmo, frentepopulismo...

El apoyo apenas disimulado de Washington a Mohamed VI, sí que debió ser un tema a tratar en la Cumbre de la OTAN, porque es un insulto al Occidente libre. Los papanatas de nuestros medios progresistas cantan las excelencias de un Biden que ha sabido hermanarse de nuevo con Europa, no como el malvado Trump, sin darse cuenta de que esa es, precisamente, la soga alrededor del cuello de España.

Y lo mas curioso: la única salida que le queda a Sánchez, perdida ya su dignidad en Bruselas, consiste en una alianza con el PP, tibio y triste, de Pablo Casado, Núñez Feijóo y Moreno Bonilla. Ya nadie le respetará en Europa en compañía de los separatistas catalanes y los exterroristas vascos. Pero, conociendo su egolatría -¿cómo se va a equivocar él?-, es muy probable que haga justo lo contrario: hacerse aún más dependiente de los separatismos cristófobos -sí, he dicho cristófobos, tal es su principal nota distintiva, tanto catalanes como vascos. Ningún refrán refleja mejor el momento de Pedro Sánchez que el dicho gallego: “me mean y digo que llueve”.

Volvamos a Bruselas. La diferencia entre Biden y Sánchez es sencilla: el uno es un católico que, con tal de permanecer en la Casa Blanca, abraza todos los tópicos progres. El problema de Sánchez es que es tan tontorrón que realmente se cree todos esos tópicos: ideología de género, ecopanteísmo, frentepopulismo… Por eso defiende a quien le acaba de escupir asegurando que Joe Biden imita el progresismo del Gobierno español. Biden, a pesar de su senilidad, es un mal bicho, producto del Capitolio; Sánchez, en su vanidad infinita y su locuacidad imparable, es simplemente tonto. No sabe que Roma no paga traidores.