El cardenal arzobispo de Madrid prohibió las misas en Madrid, así que un cura de Carabanchel decidió sacar a la calle al Santísimo, en la Custodia, y bendecir al barrio y a los paseantes. Y la gente de este popular barrio madrileño se lo agradeció. Si la montaña no viene a Mahoma, porque se lo han prohibido, Mahoma va a la montaña.

Y así andamos, entre el mayor deseo de acercarse al consuelo de Dios en tiempos de pandemia y las mayores dificultades, a veces insalvables, para acceder a los sacramentos, por el confinamiento forzoso al que nos somete el Gobierno (por nuestra salud y seguridad, que conste) y por las normas que, por nuestra salud y por nuestra seguridad, han prohibido las Eucaristías. Recuerden a San José de Calasanz: “Perdida está el alma que antepone la salud a la santidad”.

¿La causa del coronavirus es el pecado? Por supuesto. ¿Por qué Dios permite el dolor en el mundo? Porque ha creado al hombre libre

En cualquier caso, el maldito coronavirus puede tener aspectos positivos. Por ejemplo, ha reducido al silencio un mundo ruinoso. No sólo el ruido auditivo sino el ruido del activismo sin fin. Por ejemplo, el del móvil. Y nada hay mejor para la conversión, para el cambio de vida, que el silencio. Como aseguraba Santa Faustina Kowalska, “Dios huye de las almas parlanchinas”.

El mundo se ha silenciado, así que, piénselo: Jamás tendrá una oportunidad como esta. Es el momento de aprovechar el silencio en un mundo sin ruido. Porque del coronavirus se puede salir hacia la vuelta a Cristo o hacia la desesperación… esperemos que no definitiva. Traducido: es el momento de aprovechar el encierro forzoso para hacer examen de conciencia… y cambiar de vida.

Por cierto, una pregunta que se formula mucho desde que estalló el miedo: ¿La causa del coronavirus es el pecado? Por supuesto que sí. Entonces, ¿es un castigo divino? Por supuesto que no. Y esa respuesta nos retrotrae a una pregunta más genérica y más primaria: ¿Por qué Dios permite el dolor en el mundo? Porque ha creado al hombre libre… para bien o para mal.

Es el momento de aprovechar el encierro forzoso para hacer examen de conciencia

Al parecer, no quería que le amaran máquinas, sino seres que podrían optar, libremente, por el odio o la indiferencia. Quienes se satisfacen por el amor de un perro se conforman con muy poco. Lo grande es que te quiera un ser libre.  

En cualquier caso, este es el momento de la conversión. El ruido se ha apagado en el mundo. Aprovéchela, podría ser la última oportunidad.